Monday, January 14, 2013

Encuentros Cercanos en la Cuspide de la Tierra (Diario Libre, 21/05/2011)


Noches Delirantes


Tu nombre es Beck Weathers, y toda tu vida has soñado con este momento. Es el verano del 1996 y estas a punto de alcanzar la gloria. En estos tres últimos meses has llevado al límite las demarcaciones de tu fortaleza, pero tu misión todavía no concluye. En esta gélida noche en el techo del planeta, un pequeño tanque de oxigeno aliviana tu permanente sensación de ahogo, aunque no previene que te levantes jadeando pensando que vas a morir de asfixia. Un frío apabullante te mantiene estático en posición fetal mientras el congelado viento golpea tu casa de campaña violentamente. Solo quedan unas horas para que comiences el último trayecto de la más grande hazaña de toda tu vida, y entre los delirios que sofocan tu mente tu firme voluntad se desnuda imbatible con una sola frase: “Voy a llegar a la cima del Everest!”. En estos momentos sientes plenamente que el espíritu de la montaña más alta de la tierra se ha vuelto parte intrínseca de ti, aunque la hostilidad de su clima y la falta de oxigeno te mantienen en un estado de desconfianza que ha propiciado una pared de dudas entre tu deseo de conquistarla y la imponencia de su brutalidad. Tratas de volverte a dormir y de repente suena tu alarma indicándote: “tu hora ha llegado; la cima te espera!”. 
Días Feroces
Te levantas exhausto. La montaña ha consumido veinticinco libras de tu débil organismo, y aunque no te has vuelto a ver en un espejo, tus manos examinan los huesos que brotan protuberantes de tu rostro. Con un grupo de seis compañeros, y con las últimas fibras de tu aliento, inicias el intento de subida hacia la cúspide. Tus piernas temblorosas y tus pulmones estrangulados gritan en silencio desde la agonía que los mantiene acongojados. Aunque ya la cumbre la ves en tu horizonte vertical, tus ojos comienzan a traicionarte impetuosamente. Una operación de cataratas unos años antes comienza a revertirse desde que entras a “la zona de la muerte”, un lugar donde el oxigeno es tan escaso que los órganos vitales comienzan a apagarse para concentrar el flujo de sangre en tus dos zonas vitales – tu corazón y  cerebro. Estas casi ciego. Aunque la desesperación y la impotencia tratan de salir a flote dentro de tu estado letárgico, ya no puedes continuar. Destrozado, le avisas a Rob Hall, tu jefe de expedición, que no puedes seguir adelante. “Quédate sentado en este lugar y no te mueves hasta que yo venga en descenso”, te indica el experimentado líder. Te sientas derrotado. Percibes algunos compañeros pasarte por el lado, y sabes lo que están pensando: “pobre diablo, no pudo llegar”. Mientras pasan los minutos y comienzan a desfilar las horas, la luz del sol comienza a ensombrecerse tras las nubes, y tu instinto de supervivencia intenta alarmarse detrás de tu aturdimiento. “Algo se avecina en el horizonte”, piensas ansioso, y te resignas a Dios.


Avistando la Muerte
Repentinamente, vientos de cien kilómetros por hora te asaltan, llevando la temperatura a casi -70 grados Celsius.  Entre la ceguera y los vientos cargados de nieve que chocan con tu cuerpo sin piedad, el temor a morir en aquella montaña se vuelve una realidad tan palpable que sientes  la adrenalina saturar tu sangre. Finalmente, un grupo de cuatro alpinistas que van en descenso te halan por un brazo y prometen llevarte al campamento más próximo. Te informan que Rob Hall ha caído por un precipicio y que lo más probable esté muerto. La noticia te impacta pero concentras toda tu energía en seguir adelante. Aunque el grupo logra aproximarse al campamento, las terribles condiciones climáticas y la falta de oxigeno  obligan a todos a sentarse amontonados a tratar de sobrevivir la pesadilla. Sientes la escasa vitalidad que contiene tu cuerpo disiparse como una vela que se apaga, y te percatas de como la hipotermia va momificando tu lánguido organismo. Cuando te das cuentas que los rescatistas se avecinan al grupo solo logras escuchar: “Creo que es mejor dejarlo aquí. Está casi muerto”. Mientras la dura realidad cae por su propio peso, la soledad de la montaña te susurra con su estridente melodía: “Y ahora, quien podrá salvarte?”
De Visiones y Héroes
Ya han pasado dos días y tu alma sigue hibernando en las fronteras de la muerte. Tu nariz y manos se han congelado, y una capa de hielo cubre tu cuerpo y rostro. Una expedición sale en tu búsqueda, y cuando te encuentran prefieren dejarte morir ya que estas “más del otro lado que de este”. Pero al tercer día, algo increíble pasa. Una visión se agolpa en la luz de tus pensamientos, y ves a tus hijos gritarte “papa, por favor despierta! Te necesitamos con nosotros”. No sabes cómo lo haces pero te levantas de entre los muertos y sales caminando hacia al campamento. Son las 3 AM, pero varios de tus compañeros presencian tu fantasmagórica figura avecinándose en la penumbra de la noche.  Aunque piensas que te has salvado, sigues estando en el techo del planeta, y bajar de allí no es tarea fácil.
El Mítico Rescate
Desde que llegas al campamento, tus compañeros utilizan sus radios para explicarles a posibles rescatistas de tu heroica hazaña, pero ninguno quiere salir en tu ayuda ya que el riesgo es demasiado grande. Los helicópteros tienden a desestabilizarse cuando hay poco oxigeno en el aire, pudiendo poner en peligro a toda la tripulación. Tu esposa, al enterarse de lo ocurrido, sale en búsqueda de algún valiente piloto y lo encuentra. En el segundo rescate más alto de la historia, un ex militar nepalés llega en el helicóptero que salvará tu vida, y te lleva derecho al hospital. Has perdido tus manos y tu nariz, pero quedará para siempre en tu memoria la ferocidad de la montaña más alta del mundo, y la fortaleza necesaria para sobrevivirla.
Dominicanos en el Everest
Aunque la temporada del 1996 fue la más trágica en toda la historia del Everest, con quince muertos en total, más de 2000 personas han llegado a la cima del planeta y han logrado descender exitosamente. Este año, por primera vez en la historia, tres dominicanos estarán impulsando la imaginación de toda la nación en su intento de conquistarla y llevar el espíritu aventurero dominicano a su máxima expresión. Estos consagrados trotamundos cargarán con el vigor de nuestra tierra traduciendo el deseo de superación de nuestros queridos quisqueyanos con un posible logro que quedará marcado en los anales de la historia. Unámonos en oración para que la bandera dominicana pueda ser plantada en la cúspide de la tierra y ondee orgullosamente sobre el techo del planeta y veamos a Karim Mella, Iván Gómez, y Federico Jovine regresar a su tierra encumbrados en gloria. Amén!

Publicado por el Diario Libre el 21 de Mayo del 2011 (http://issuu.com/diariolibre/docs/diariolibre3036)

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