Wednesday, January 16, 2013

Círculo Vicioso: Noches de Venganza (Diario Libre 8/2/2010)

El atardecer se diluye en una breve cadencia anaranjada, dejando atrás las sombras que ahogan el pequeño poblado de Shabwa. Los niños ya han dejado de jugar y se dirigen a sus albergues para mitigar el hambre que aúlla en silencio desde sus frágiles vientres. Un eco divino surge de la mezquita local, señalando la última oración del día, sumergiendo al pequeño grupo de almas que conviven en la desolación de aquel infinito lugar en el éxtasis de la devoción. 

Mohamed Abdul regresa del colegio cansado. Diariamente camina los siete kilómetros que separan a su pueblo de la escuela más cercana. Durante esa hora, el viento fogoso moldea el mar de arena que arropa su aldea, causando que su visión se estreche mientras divaga en el letargo de sus pensamientos. Aquel atardecer, consternado cavilaba en la tendencia anti-americanista que recientemente había comenzado a envenenar a varios de sus familiares y amigos. ¿Cómo podía olvidar el momento en que su primo Ahmed trataba de convencerlo de que el camino más seguro de vencer a los 'infieles' y a los 'cruzados' era hacerles pagar por toda la sangre que habían derramado en sus solitarias tierras? "Ayúdame a fabricar estos explosivos Mohammed", le decía con firmeza, mientras sus ojos divulgaban la insondable frustración de haber nacido en un lugar donde las oportunidades son casi inexistentes. ¿Cómo olvidar el día cuando oyó la explosión que le puso final a la vida de su primo mientras le daba los últimos toques a su invento fatal? Mientras se acercaba a su poblado, que a luz de la luna parecía más bien una visión fantasmagórica procreada por las entrañas de la aridez más despiadada, recordaba nostálgicamente los tiempos pasados. Las épocas en las cuales la inocencia reinaba majestuosamente en la humildad de su primitiva comarca. Cuando el nombre de Al-Qaeda era solo el murmurio en algún viejo radio que le tosía sus pesquisas a un grupito de curiosos. Cuando la ponzoña de una venganza absurda todavía no se había apoderado del alma de su pueblo. 

En la distancia, Mohammed observaba enajenado las luces de las fogatas que trataban fallidamente de combatir el frío de diciembre, que sin saberlo dotaban al poblado de un aura sigilosa. Como si aquellas luces reflejaran todas las esperanzas de su empobrecido pueblillo, que desde hacía un tiempo se había perdido en la oscuridad del desagravio. "Qué bueno que has llegado temprano", le expresa su madre mientras señala la cena que acaba de servir. "¿Escuchas eso madre?", pregunta Mohammed turbado. "¿El qué hijo mío?", su madre responde alertada. "Parece el sonido de un...". Antes de poder acabar la oración, un estallido monstruoso revienta el pequeño poblado de Shabwa. Mohammed es lanzado veinte metros y yace inconsciente en la templada arena. Un fuego apocalíptico se mezcla con la sangre que se ha vertido sorpresivamente sobre el adormilado poblado. El caserío que una vez fue, ya solo es barro, sangre, y arena.

Mohammed se levanta aturdido, arropado por el fuego que casi lo consume. A pocos metros, su madre yace pálida, sus ojos todavía amorosos luego de haber visto a su hijo llegar a casa sano y salvo. Mientras se levanta sangriento, Mohammed observa a su pueblo convertido en un cementerio abierto. Los cuerpos sin vida de todas las personas que adornan sus recuerdos ya solo son el espejismo de una noche infernal. Sin saber lo que ha pasado, comienza a correr hacia Khanfar, el poblado más próximo. Mientras sus lágrimas se mezclan frenéticamente con la sangre que despliega su rostro, por fin entiende aquella causa que había obsesionado a muchos de los hombres de su pequeño poblado. Aquella noche interminable, mientras corría desahuciado por el perpetuo desierto, Mohammed juró vengarse para algún día poder volcarle su sufrimiento a los culpables de esta matanza. 

Un Pueblo Abatido



El 17 y el 24 de diciembre, los Estados Unidos llevó a cabo dos ataques en las provincias de Shabwa y Shabwa. En estos ataques murieron alrededor de 75 personas, la gran mayoría inocentes que fueron sacrificados para poder alcanzar a supuestos terroristas afiliados a la red mundial de Al-Qaeda. El 25 de diciembre, un nigeriano partió hacia Detroit con el fin de vengarse del brutal ataque, y fue atrapado antes de poder llevar a cabo su propósito. Mientras el mundo se indigna frente al cuasi atentado del nigeriano, el pueblo yemenita es responsable de limpiar la sangre que quedó derramada en la aridez de su desolada tierra. Mientras prendo la televisión junto a mis colegas de Hays, y observamos en silencio a Obama criticando a la inteligencia americana por no haber agarrado al nigeriano antes de montarse en el avión, los ojos de mis compañeros gritan en silencio todas las verdades que constantemente les demuestra que la sangre occidental es más cara que la sangre musulmana. ¿Y es que no nos damos cuenta que todos somos víctimas de estos feroces ataques? Mientras el mundo Occidental es forzado a vivir bajo las sombras del temor, el pueblo yemenita se sumerge más en la pobreza de su infecundo paisaje.

Aparte de destruir totalmente la industria turística y alejar las inversiones extranjeras, factores que afectan grandemente a los 23 millones de personas que sobreviven en este rincón de la península arábica, estos ataques le sirven de motivación a cientos de individuos que andan en busca de darle significado a sus abatidas vidas. Mientras tanto, mi condición de vida en Yemen se ha restringido enormemente, teniendo que informarle al jefe de la policía local y a la ONG para la cual trabajo de todos mis movimientos. Ya es hora de que nos acerquemos en amor a estos pueblos, para poder brindarles los conocimientos que nos han permitido alcanzar los niveles de desarrollo que ellos buscan desesperadamente. En vez de seguir engendrando el círculo vicioso de la violencia interminable, es hora de que recibamos al mundo musulmán con el corazón abierto, con la paz y la tolerancia como emblema, y listos para enfrentar el futuro tomado de las manos. No tenemos otra opción. 

Publicado por el Diario Libre el 8 de Febrero (http://www.diariolibre.com/movil/noticias_det.php?id=233479)

Tuesday, January 15, 2013

El Mito de la Mujer Yemenita (Diario Libre 20/6/2012)


"Esas mujeres no conocen otra cosa". Aquella frase, utilizada frecuentemente por mujeres occidentales para referirse a las musulmanas, refleja la amplia brecha que separa las dos culturas, como si las mujeres fieles a la religión de Mahoma vivieran en la edad de piedra, ajenas a los medios de comunicación que dominan el mundo moderno.
Hace unos meses, mientras me encontraba en Santo Domingo visitando a mi familia, acudí a un programa de televisión donde la presentadora, antes de entrevistarme, comenzó a llorar por el prolongado sufrimiento de la mujer musulmana. Aquella reacción, aquel sollozo, mientras lo trataba de encajar con las experiencias que he tenido con las mujeres de Yemen, parecía una pieza redonda en un rompecabezas cuadrado.
A pesar de que la mujer musulmana es en ocasión abusada y maltratada, usualmente de la misma manera en que maltratan a la mujer latina o anglosajona, la gran mayoría de mujeres musulmanas están sumamente satisfechas con su condición de vida, y son las principales promotoras de las costumbres y tradiciones que deja boquiabiertos a muchos en occidente.
Abeer es una mujer moderna bajo los estándares yemenitas. Maneja su propio vehículo, trabaja de ocho a cinco, y se acaba de graduar de la universidad. A pesar de todo, Abeer rehúsa mostrar su rostro, y el velo que lo confirma es su más grande tesoro. "Nosotras, las mujeres musulmanas, cuidamos de nuestro cuerpo como si fueran templos sagrados", me dice con ojos achinados, prueba de la sonrisa que se esconde sutilmente bajo la tela negra que me impide ver sus labios.
"Tengo la firme convicción de que la mujer occidental es lo más barato bajo el sol. Solo tenemos que prender la televisión para darnos cuenta que no dejan nada a la imaginación", me dice duramente, su tono presuntuoso revelando lo orgullosa que se siente bajo las vigas de su tradición, y reflejando el mismo problema que tenemos en occidente: la tendencia a llevar al extremo las idiosincrasias de otras culturas. "Y para que no te sorprendas, llevamos una vida social muy intensa", me dice mientras invita a mi madre a una reunión con sus amigas, que andaba de visita en Yemen durante esos días.
Aquella tarde, mi madre se sumergió de lleno en el íntimo mundo de las mujeres yemenitas por más de seis horas. Después de habernos dicho que la pasáramos a buscar a las siete de la noche, al llamarla a esa hora, nos rogó que la dejáramos "unas cuantas horitas más". Unas horas más tarde llegó a nuestro encuentro brotando de felicidad. Con pies y manos destellando un elaborado diseño de Henna, un tipo de tatuaje temporal que utilizan las mujeres para adornar sus cuerpos, su rostro fulguraba de emoción como si hubiera descubierto una ciudad legendaria en medio del Amazonas. En aquel momento, antes de que mi madre abriera la boca, me di cuenta que todos los prejuicios que ésta había tenido sobre el mundo de las mujeres musulmanas se habían disipado aquella tarde. "No se imaginan lo que gozamos", nos contaba mientras caminábamos por la ciudad vieja.
"Las mujeres llegaron con sus burkas y baltos, y de repente, al alzarse el camisón negro, hermosos vestidos cubrían sus cuerpos. Algunas llevaban ropa bastante provocativa", nos decía a mi padre y a mí mientras la miraba sin aliento.
"Luego prendieron la radio y algunas comenzaron a bailar 'la danza del vientre', algunas dominando el movimiento de sus abdómenes con suma destreza", nos contaba candorosa.
El hombre yemenita, hastiado de vivir en un mundo dominado por el calloso contacto masculino, sueña como un poeta enamorado con el día de su unión al sexo opuesto, enaltecido por las canciones de amor y de boda que suenan por todo lo largo y lo ancho de esta apasionante nación. Mientras tanto, las mujeres siguen riéndose debajo de sus burkas, viviendo la libertad de su supuesto anonimato. Pero claro, "esas mujeres no conocen otra cosa".
Publicado por el Diario LIbre el 20 de Junio del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/06/20/i340714_mito-mujer-yemenita.html)

"Sueños de Valientes: La Breve y Apasionada vida de Rubén De La Rosa" (Diario Libre, 24/2/2012)


La emoción ya comienza a sentirse en las venas. "Tenis de mesa", pensé. "Deporte que verdaderamente amo". Nos desplazamos por entre los suburbios de Santiago rumbo a La Barranquita, bastión de un legado de memorias que siempre tiñe mis recuerdos de torneos conquistados, aplausos estruendosos, y gritos exaltados de atletas apasionados. Me acompaña William Ramos, mi gran amigo. Un humanista, bohemio, aventurero, amante de la poesía y del vivir a conciencia, que con el pasar de los años se ha convertido en más que un amigo. Ya es un hermano. La tarde se siente delicada, vulnerable, lista para capturarnos en su presente que se apacigua dulcemente tras el viento fresco de la cordillera. El sol se está alivianando sobre el horizonte y la decadencia del complejo deportivo hace nacer en mí una tenue melancolía suscitada por la imponente yerba que ahora oculta el inmenso baluarte al deporte que en una época llenó de gloria a los deportistas del Cibao. Nos parqueamos y sacamos nuestros útiles deportivos, que básicamente consisten en una raqueta Butterfly y una toalla para combatir la humedad. Entramos al pabellón donde se escuchan las peloticas rebotar de las mesas, todas al son de alaridos y espasmos de aquellos que luchan a regañadientes por ganar cada punto. Acomodamos el trípode y preparamos la toma. Hoy decidimos grabar aquellos esfuerzos que generalmente provocan admiración dentro de círculos de personas que no conocen el tenis de mesa. "Pero si juegan como chinos", ya habíamos escuchado en muchas ocasiones. "Por primera vez en quince años, subiremos un vídeo nuestro en YouTube", me dijo William emocionado. Un grupo de niños, los actuales campeones del país, practicaban febriles su deporte predilecto y corrían alrededor de las mesas mientras Dimitri, entrenador ruso recientemente llegado de Moscú, dirigía sus esfuerzos por entre la penumbra de la tarde.

Rubén reía profusamente. Su entusiasmo contagioso penetraba el ambiente como una corriente de energía que iluminaba el pabellón. Empleaba su delgada contextura para desplazarse rápidamente a buscar las pelotas que él y otro atleta utilizaban mientras entrenaban. A sus doce años, Rubén había descubierto algo que muchos hombres se pasan la vida sin sentir: amaba algo locamente. El tenis de mesa ocupaba la gran mayoría de su energía física y mental. Se entregaba en carne y huesos a su musa todos los días, y se pasaba las noches soñando con triunfos a venir. Diariamente salía de su casa y después de tres carros públicos y cuarenta minutos de empujones, caminatas, y mucho soñar, llegaba a La Barranquita preparado para entregarse de lleno a la pasión que lo consumía. Aquel sábado de febrero, Rubén decidió ayudarnos. "Necesitamos algo para apoyar el trípode", le dijo William al vencedor. El niño salió corriendo a buscar un pedazo de madera al otro extremo del salón antes de que William terminara su oración. "Rubén, crees que podrías ayudarnos con la grabación", le pidió William a sabiendas de que era el único niño que tenia la paciencia y la entrega necesaria para socorrernos con aquella tediosa labor. "Claro William" le dijo Rubencito sin pensarlo dos veces. "Como lo hago"?, preguntó mientras sus ojos analizaban la cámara a profundidad. Mientras William le enseñaba a Rubén, vi reflejada mi niñez en aquel niño que con raqueta en mano estaba repleto de vida. Me imaginé la naturaleza de sus fantasías cuando llegaba a su casa cansado, estropeado de tanto entrenar, y analizando las maneras en que le ganaría a Emmanuel Lozano y a Andrés Betances, los jugadores dominantes en su categoría. Me imaginé la alegría que sentía cuando lograba un triunfo soberano, ganándole a algún jugador con más experiencia que él mientras caminaba a oscuras por las solitarias calles de La Barranquita bajo la noche estrellada mientras esperaba por el carro publico que lo llevaría a su casa. Imaginé cuando la vida le hacía sentir el sabor de la derrota, aquel amargo sentimiento que lo impulsaba a entrenar más duro, a levantarse más temprano, a correr más rápido, a soñar aun mas con un posible triunfo. Mientras nos filmaba, podía notar su inquietud por volver a la mesa, por seguir ejerciendo su labor de atleta, por seguir exaltando su corazón que se desbordaba en cada top spin y en cada servicio. En vez de hacerlo, Rubén nos filmó magistralmente. Se empleo a fondo para editar la fílmica, y eligió los mejores ángulos para poder captar la acción de la manera más dramática posible. Después de casi una hora de grabación, le dimos las gracias. William jugó un partido con él donde el niño se empleó a fondo para ganarle al jugador consagrado. Casi lo logra. Doce a diez quedó el marcador. Luego de darle la mano salió disparado hacia otra mesa, pero antes de hacerlo, le pedimos que nos acercara un par de gatorades que se encontraban al otro extremo del salón. Rubén, como siempre, no lo pensó dos veces. Salió disparado con aquella energía exuberante y nos acercó las bebidas.

Aquella tarde, me acuerdo haber pensado lo tanto que nos había aportado aquel deporte. Nos había hecho hombres íntegros, hombres que conocían el verdadero sentido del sacrificio, hombres listos para luchar arduamente por nuestros sueños, hombres que habían cruzado los limites de sus fronteras visitando otros países para ejercer su cuasi-arte, hombres que habían superado sus limitaciones y habían logrado consagrarse con el adjetivo que tanto nos gustaba: atletas. Aquella noche, mientras nos despedíamos de los demás jugadores, le dijimos adiós a Rubencito. Seguía jugando enfáticamente mientras vociferaba un "vamos!" impetuoso, característico de un nato luchador. La noche estaba fría, impredeciblemente absorta en sus propios pensamientos. Un rato después Rubencito salió como siempre por entre las abandonadas calles de La Barranquita. Me imagino la satisfacción que habrá sentido a sabiendas que se estaba esforzando más que los demás para algún día poder lograr el sueño de todo jugador: convertirse en el campeón absoluto del país. Me imagino que se habrá sentido emocionado por las fotos que le tomó William, mientras le demostraba sus mejores posiciones y sus más contundentes golpes y servicios. Me imagino que habrá sentido aquella emoción que nos ofrece el deporte cuando el jugador sabe que está avanzando por los estrechos caminos que conducen al tope, y siente venir el confeti de la gloria que se avecina.

Esperó tranquilamente con mochila en mano el próximo carro público que se arrimó, y se montó sin saber que sería la última vez que vería aquel lugar que lo había convertido en un verdadero hombre. Un ligero dolor en el pecho marcó la llegada a su casa, por lo que decidió comer algo ligero y no decirle nada a su madre para no preocuparla. Su malestar se calmó momentáneamente luego de haber pensado en que su juego estaba mejorando, y haber sentido que su momento triunfal se acercaba lento, pero seguro. El viento soplaba fuertemente por las ventanas de su habitación, y la noche se hacía aun más fría mientras preparaba su cama y su cuerpecito de niño se acongojaba aun más por el dolor. Aquella noche Rubencito murió. Su tierno corazón se paró para siempre, y las ilusiones de aquel niño valiente se esfumaron entre peloteos, entre risotadas, con cada juego que logró ganar, y en cada trofeo que aspiró a tener. Su raqueta yacía a su lado, como la espada de un guerrero muerto en la cúspide de la batalla. Aquel fogoso impulso de atleta se esparciría para siempre en cada centímetro de aquel pabellón que conmemoró su último día en la tierra, y que presenció sus sueños volar alto por entre los laureles del triunfo. Hoy, después de haberme sentido sumamente apenado por su temprana despedida, le doy gracias al deporte por haberle ofrecido tantas ilusiones a Rubencito, y le doy gracias a su corazón porque supo anidarse espléndidamente en tierra de valientes. ¡Amén!

Publicado por Diario Libre el 24/2/2012 (http://www.diariolibre.com/movil/noticias_det.php?id=325354)

"Existe una Mujer en mi" (Diario Libre, 8/3/2012)


Existe una mujer en mí, un rostro angelical murmurándome un te quiero, un alma que acaricia mi lado más sediento, una estrella capaz de engendrar amor y procrear vida, pura existencia, pura savia de alegría. Aquella mujer deambula por la tierra, a veces vulnerable, a veces hermosamente tierna. A veces más fuerte que la misma tierra, empujando las carretas de lo imposible hacia el horizonte de la paciencia. Aquel rostro lo cargamos todos. El rostro de la madre que nos trajo a la vida. Que nutrió nuestra carne como un soplo de fe mientras sus pechos sufrían. El rostro de la abuela que nos colmó de júbilo, que llenó nuestros días de dulzura, de gracia, de indultos. El rostro de la hermana que nos apoya sin cesar, en la cual reposamos y respiramos mientras nos acogemos en su complicidad. El rostro de la amada que nos embellece el espíritu, que satura nuestras fibras de pasión, fortaleza, y amor onírico.

Y está la mujer que eres tú, mujer global, mujer total, mujer universal:

Mujer que caminas por las calles de Somalia, librando la batalla por tu pueblo en agonía, inhalando las balas que enrarecen cada uno de tus cortos días. Luchando por tu cuerpo que ansías proteger para aislarlo de los lobos que te quieren corromper. Mujer que convives en la miseria haitiana, buscando la paz dentro de un pueblo en llamas. Rebuscando en el lodo para poder subsistir, y alargar tus años para ver tus hijos vivir. Mujer que coexistes en la dureza yemenita, con tu semblante cubierto empapada en sudor y con tu aguerrida voluntad siempre en espera del final del dolor. Cuánto has guerreado contra el calor y la ira, contra la natura hostil que amedrenta tus energías, con la irracionalidad que te atañe en tu caminar y en cada hora de tu modesta vida. Mujer que trabajas la tierra en la India, vitalizando las semillas que dan de comer a tu familia. Cuánto laboras para poder sobrevivir, con la pobreza amenazando siempre tu triste y sombrío perfil. Mujer que te entrenas en la milicia israelí, que buscas proteger a los tuyos de un enemigo que acecha. Cuánta fuerza demuestras en tus logros y en tus altas exigencias.

Mujer dominicana, hija del sol y nieta de la caña. Tu esplendor caribeño deslumbra siempre el suelo que pisas. ¡¿Cuánto has de soportar mientras la violencia te esclaviza!? ¡¿Cuántas tendremos que ver morir mientras tu dulce y gozosa fragancia se extingue y se marchita!? En un pedestal deberíamos grabar tu sufrimiento, y que las lágrimas que brotan de ti se esparzan como espadas por los vientos. ¡Ya no podemos verte aguantar más, venerable y dominicana mujer! ¡Las conciencias necesitan despertar a lo sagrado de tu nombre, y respetar el aire que respiras porque eres la madre de todos los hombres!

¡Mujer dominicana! Que tambaleaste eternas dictaduras con tus aleteos de mariposa, dejando tu sangre heroica en los ecos de libertad que vociferaste a todo costa! ¡Mujer dominicana, que luchaste hasta morir, en defensa de la tierra que te vio nacer y que te vio partir! ¡Mujer dominicana, que confeccionaste la primera bandera, y la hiciste tan bella como las manos y como el alma que plasmaste eternamente en ella! ¡Mujer dominicana, que con tu lírica poesía y tu vigor de educadora, fuiste la primera que llevaste las letras a tus paisanas con tu firmeza sonora! Son ustedes nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras amadas, y nuestras señoras, que con nombres como Mirabal, Mamá Tingó, Salomé Ureña y Concepción Bona, son el engendro de todos los que han salido de esta magnífica tierra gloriosa.

¡Mujeres del mundo, cuánta fe han tenido, cuántas barreras han resistido! ¡Sus alas ya comienzan a volar más alto en las trincheras de la igualdad! ¡Su coraje persistente ya comienza a florecer impetuosamente en los caudales de la eternidad! En este día, en el que conmemoramos la importancia de tu presencia, es necesario que reflexionemos sobre el fin de tus dolencias. Ya no podemos causarte más dolor, mas llanto, más tristezas, más desagravio, más clamor. Lo único que debes recibir de todos es lo único que mereces: el más digno respeto y el más sincero amor. Es por esto, mujer del mundo y mujer dominicana, que en este día tuyo nos acordaremos de todas las virtudes que te pueblan y de todo el trayecto que aún nos falta, para poder extinguir tu dolor para siempre y que jamás una mano sobre ti se vuelva a volcar ni una palabra ofensiva jamás se vuelva a pronunciar. Y como decía el himno de la Acción Feminista Dominicana: "¡Oh mujer de Quisqueya! ¡Reclama a los hombres tu sitio de honor, y a la luz del Derecho proclama, libertad con justicia y amor!

Publicado por Diario LIbre el 8 de Marzo del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/03/08/i327089_existe-una-mujer.html)

Monday, January 14, 2013

Encuentros Cercanos en la Cuspide de la Tierra (Diario Libre, 21/05/2011)


Noches Delirantes


Tu nombre es Beck Weathers, y toda tu vida has soñado con este momento. Es el verano del 1996 y estas a punto de alcanzar la gloria. En estos tres últimos meses has llevado al límite las demarcaciones de tu fortaleza, pero tu misión todavía no concluye. En esta gélida noche en el techo del planeta, un pequeño tanque de oxigeno aliviana tu permanente sensación de ahogo, aunque no previene que te levantes jadeando pensando que vas a morir de asfixia. Un frío apabullante te mantiene estático en posición fetal mientras el congelado viento golpea tu casa de campaña violentamente. Solo quedan unas horas para que comiences el último trayecto de la más grande hazaña de toda tu vida, y entre los delirios que sofocan tu mente tu firme voluntad se desnuda imbatible con una sola frase: “Voy a llegar a la cima del Everest!”. En estos momentos sientes plenamente que el espíritu de la montaña más alta de la tierra se ha vuelto parte intrínseca de ti, aunque la hostilidad de su clima y la falta de oxigeno te mantienen en un estado de desconfianza que ha propiciado una pared de dudas entre tu deseo de conquistarla y la imponencia de su brutalidad. Tratas de volverte a dormir y de repente suena tu alarma indicándote: “tu hora ha llegado; la cima te espera!”. 
Días Feroces
Te levantas exhausto. La montaña ha consumido veinticinco libras de tu débil organismo, y aunque no te has vuelto a ver en un espejo, tus manos examinan los huesos que brotan protuberantes de tu rostro. Con un grupo de seis compañeros, y con las últimas fibras de tu aliento, inicias el intento de subida hacia la cúspide. Tus piernas temblorosas y tus pulmones estrangulados gritan en silencio desde la agonía que los mantiene acongojados. Aunque ya la cumbre la ves en tu horizonte vertical, tus ojos comienzan a traicionarte impetuosamente. Una operación de cataratas unos años antes comienza a revertirse desde que entras a “la zona de la muerte”, un lugar donde el oxigeno es tan escaso que los órganos vitales comienzan a apagarse para concentrar el flujo de sangre en tus dos zonas vitales – tu corazón y  cerebro. Estas casi ciego. Aunque la desesperación y la impotencia tratan de salir a flote dentro de tu estado letárgico, ya no puedes continuar. Destrozado, le avisas a Rob Hall, tu jefe de expedición, que no puedes seguir adelante. “Quédate sentado en este lugar y no te mueves hasta que yo venga en descenso”, te indica el experimentado líder. Te sientas derrotado. Percibes algunos compañeros pasarte por el lado, y sabes lo que están pensando: “pobre diablo, no pudo llegar”. Mientras pasan los minutos y comienzan a desfilar las horas, la luz del sol comienza a ensombrecerse tras las nubes, y tu instinto de supervivencia intenta alarmarse detrás de tu aturdimiento. “Algo se avecina en el horizonte”, piensas ansioso, y te resignas a Dios.


Avistando la Muerte
Repentinamente, vientos de cien kilómetros por hora te asaltan, llevando la temperatura a casi -70 grados Celsius.  Entre la ceguera y los vientos cargados de nieve que chocan con tu cuerpo sin piedad, el temor a morir en aquella montaña se vuelve una realidad tan palpable que sientes  la adrenalina saturar tu sangre. Finalmente, un grupo de cuatro alpinistas que van en descenso te halan por un brazo y prometen llevarte al campamento más próximo. Te informan que Rob Hall ha caído por un precipicio y que lo más probable esté muerto. La noticia te impacta pero concentras toda tu energía en seguir adelante. Aunque el grupo logra aproximarse al campamento, las terribles condiciones climáticas y la falta de oxigeno  obligan a todos a sentarse amontonados a tratar de sobrevivir la pesadilla. Sientes la escasa vitalidad que contiene tu cuerpo disiparse como una vela que se apaga, y te percatas de como la hipotermia va momificando tu lánguido organismo. Cuando te das cuentas que los rescatistas se avecinan al grupo solo logras escuchar: “Creo que es mejor dejarlo aquí. Está casi muerto”. Mientras la dura realidad cae por su propio peso, la soledad de la montaña te susurra con su estridente melodía: “Y ahora, quien podrá salvarte?”
De Visiones y Héroes
Ya han pasado dos días y tu alma sigue hibernando en las fronteras de la muerte. Tu nariz y manos se han congelado, y una capa de hielo cubre tu cuerpo y rostro. Una expedición sale en tu búsqueda, y cuando te encuentran prefieren dejarte morir ya que estas “más del otro lado que de este”. Pero al tercer día, algo increíble pasa. Una visión se agolpa en la luz de tus pensamientos, y ves a tus hijos gritarte “papa, por favor despierta! Te necesitamos con nosotros”. No sabes cómo lo haces pero te levantas de entre los muertos y sales caminando hacia al campamento. Son las 3 AM, pero varios de tus compañeros presencian tu fantasmagórica figura avecinándose en la penumbra de la noche.  Aunque piensas que te has salvado, sigues estando en el techo del planeta, y bajar de allí no es tarea fácil.
El Mítico Rescate
Desde que llegas al campamento, tus compañeros utilizan sus radios para explicarles a posibles rescatistas de tu heroica hazaña, pero ninguno quiere salir en tu ayuda ya que el riesgo es demasiado grande. Los helicópteros tienden a desestabilizarse cuando hay poco oxigeno en el aire, pudiendo poner en peligro a toda la tripulación. Tu esposa, al enterarse de lo ocurrido, sale en búsqueda de algún valiente piloto y lo encuentra. En el segundo rescate más alto de la historia, un ex militar nepalés llega en el helicóptero que salvará tu vida, y te lleva derecho al hospital. Has perdido tus manos y tu nariz, pero quedará para siempre en tu memoria la ferocidad de la montaña más alta del mundo, y la fortaleza necesaria para sobrevivirla.
Dominicanos en el Everest
Aunque la temporada del 1996 fue la más trágica en toda la historia del Everest, con quince muertos en total, más de 2000 personas han llegado a la cima del planeta y han logrado descender exitosamente. Este año, por primera vez en la historia, tres dominicanos estarán impulsando la imaginación de toda la nación en su intento de conquistarla y llevar el espíritu aventurero dominicano a su máxima expresión. Estos consagrados trotamundos cargarán con el vigor de nuestra tierra traduciendo el deseo de superación de nuestros queridos quisqueyanos con un posible logro que quedará marcado en los anales de la historia. Unámonos en oración para que la bandera dominicana pueda ser plantada en la cúspide de la tierra y ondee orgullosamente sobre el techo del planeta y veamos a Karim Mella, Iván Gómez, y Federico Jovine regresar a su tierra encumbrados en gloria. Amén!

Publicado por el Diario Libre el 21 de Mayo del 2011 (http://issuu.com/diariolibre/docs/diariolibre3036)

Una Odisea Hawaiana (Diario Libre 27/09/2012)


Haleakala, Maui

El horizonte se extiende sigilosamente hacia la negrura, susurrándole sus secretos únicamente a aquellos dispuestos a afilar su mirada hacia la imperturbable vacuidad de la lejanía. Son las cinco de la mañana, la hora indicada para llegar a Haleakala, un volcán latente que corona la isla Hawaiana de Maui con un paisaje sideral capaz de persuadir a sus visitantes que ya no se encuentran en la superficie terrestre, sino más bien girando alrededor de ella en el satélite que ilumina sus noches, la luna. Sus confines extraños y solitarios, fruto de las contorsiones aleatorias forjadas en lava con la brutal fuerza de su naturaleza, pronto se despertarán en un insuperable amanecer que sacudirá el paisaje con cada rayo de luz, desplegando una catarsis de colores y de sombras que liberará al volcán de su estupor nocturno. Centurias atrás, la cúpula de Haleakala estaba reservada únicamente para los altos chamanes polinesios y sus estudiantes, que se aventuraban hasta el tope de la montaña para vivir por largos periodos mientras meditaban y recibían los dones espirituales ofrecidos por el volcán. Hoy, nos encontramos en el borde del cráter un grupo de valientes que se han atrevido a invadir sus sagradas premisas, incluyendo a Lilian Geraldino, mi intrépida esposa, que a pesar de sus seis meses de embarazo la dificultad de llegar allí por una empinada y peligrosa carretera no ha disuadido su deseo de ser testigo de uno de los espectáculos naturales más memorables de toda la tierra. Justo antes de la salida del sol, una aureola de luz comienza tiernamente a reflejarse en el cielo, dejando entrever por primera vez la grandeza de lo que se avecina: un monumento a lo sublime, a lo imperecedero, y a la capacidad viva de nuestro planeta de moldearse a su antojo. De repente, mientras la primera curva del sol asciende tímidamente sobre el horizonte, el mar de rocas volcánicas que se extiende desde el tope del volcán hasta el vasto océano pacifico cobran vida, transfigurándose de un color negro a un intenso naranja como si toda la tierra se incinerara, dándole vida a un efímero mar de fuego que pronto se opacará bajo la presencia absoluta del sol. Allí, hipnotizados por la imperiosidad del astro repercutiendo sobre cada centímetro de tierra, recibimos el nuevo día en la cadena de islas más remotas de todo el mundo, y un nuevo amanecer nos regala la oportunidad de continuar maravillados por la belleza que puebla los alrededores Hawaianos.
Aloha, Bienvenidos a Hawái
Las islas de Hawái se desnudan imponentes sobre la vastedad del océano más grande de todo el planeta, siendo las cúpulas de una cadena montañosa que supera en tamaño a la cordillera de los Himalayas si medida desde el piso del océano. Llegar allí es como llegar a un lugar imposiblemente mágico, donde los paisajes volcánicos, las playas paradisíacas, y la población más ecléctica de los Estados Unidos construyen los pilares para una experiencia inolvidable, repleta de encuentros con una naturaleza cruda, salvaje, capaz de cortarnos el aliento y conectarnos con un pasado donde la tierra todavía era extraordinariamente virgen y capaz de sorprendernos constantemente con los milagros de su estancia. Una tarde insospechada, mientras nos desplazábamos fascinados por las carreteras costeras de Oahu, isla principal del archipiélago, decidimos pararnos en una tentadora playita que se desvelaba a nuestra derecha. Mientras nos quitábamos las sandalias y entrabamos en contacto con la arena, nos encontramos súbitamente con una treintena de tortugas marinas que se hallaban poblando toda la costa. En el agua, se podían ver decenas de cabecitas saliendo de la superficie a respirar. Sin pensarlo dos veces, nos pusimos nuestros snorkels y nos tiramos al agua listos para vivir una experiencia surreal, acompañada de aquellas gigantes de hasta 400 libras que nadaban a nuestro lado mientras comían, braceaban, y pacíficamente convivían bajo nuestros ojos maravillados. Durante aquel atardecer, mientras nos sentábamos entre dos monumentales reptiles y el sol comenzaba a balancearse cautelosamente sobre el horizonte, la obvia fragilidad de aquel encuentro extraordinario entre humano y animal salvaje parecía desvanecerse en la brutalidad de un mundo industrializado que ya raramente nos permite recrear aquellos encuentros que poblaban la cotidianidad de nuestros antecesores. En aquel momento, extasiado de una melancolía repentina que gradualmente se apoderó de mi sistema, deseé con todo mí ser que el hijo que cargaba mi esposa en su vientre pudiera presenciar lo que vivíamos esa tarde, cuando todavía era posible dejarse seducir por las maravillas de la naturaleza libre y espontáneamente aunque fuera casi de manera exclusiva en los confines más remotos de la tierra.

Publicado por el Diario Libre el 27 de Septiembre del 2012 (http://diariolibre.com.do/ecos/2012/09/27/i353439_una-odisea-hawaiana.html)

Anatomía de un Éxito Anunciado: Pedro Santos Sang, el Forjador de Sueños (Diario Libre, 8/2/2012)



Existen grandes historias que no sorprenden a aquellos que desde un principio conocen el impulso del que las forja. Historias de imponentes logros, de hombres revestidos con el coraje de perseguir sus sueños, y de individuos que han superado lo que se creía imposible, que vienen impregnadas con la particularidad de que no deslumbran a los que han podido presenciar la génesis de su propulsión, ni causar una algarabía entre los que conocen la trayectoria de esta rara especie que convive entre las masas anestesiadas. Este selecto grupo de seres que ha despertado al poder de sus pensamientos y han logrado desmembrar las paredes de sus propias limitaciones, han adquirido la capacidad de transformar el ambiente que los rodean y de marcar sus huellas en cada paraje que la vida le proporciona. En el caso de Pedro Santos Sang, joven de 28 años que recientemente fue exaltado en la revista Forbes en la sección '30 con menos de 30 años' por ser uno de las jóvenes promesas en el sector del gas natural, y ganador del máximo galardón en el Premio Nacional de la Juventud 2012, la sorpresa no perteneció a la lista de emociones que generó en mi la fascinante noticia. Más bien, puedo decir que la noticia simplemente siguió confirmando la realidad de que algunos seres humanos se mueven a mayores revoluciones por segundo que sus coetáneos, y Pedro Santos pertenece a este exclusivo grupo de personas que hacen de lo imposible algo palpable y real. 

Hace casi doce años, mientras los dos éramos parte del equipo nacional juvenil de tenis de mesa, Pedro me propuso irnos a Suecia a entrenar con los mejores jugadores del mundo por tres meses. En aquel momento, aquella idea me pareció tan descabellada y alucinante, que la adrenalina que generé planeando aquella travesía y viviendo aquella aventura cambiaría mi vida para siempre. Convivimos muy de cerca durante aquellos meses, y me acuerdo que lo más impresionante de observar de cerca a aquel mítico era la dedicación absoluta con la que se entregaba a cualquier actividad que le tocaba vivir. Como si no existiese mas nada en el mundo, toda su energía se canalizaba en su constante búsqueda para superarse como atleta y lograr consolidarse en el competitivo mundo del tenis de mesa.

En aquel verano sueco, mientras el sol se mantenía sobre el horizonte veinticuatro horas al día, y tratábamos de sellar las ventanas pegando pósters oscuros para poder conciliar el sueño, llegué a la conclusión que Pedro estaba destinado a emprender grandes proyectos y a cambiar el mundo que le rodeaba. No solo ya concebía muchas ideas anómalas para un joven de su edad, sino que sabía a ciencia cierta que no se detendría hasta ver logrado todo lo que salía de su boca soñadora. Me acuerdo que aquel año, a pesar de que la mayoría de jugadores de alto nivel dominicano le llevaban años de práctica, Pedro logró conseguir el primer lugar en una eliminatoria nacional juvenil superando a un grupo de jugadores que lo superaban considerablemente en nivel y experiencia. Me acuerdo haber sentido que su triunfo no había sido determinado simplemente con una depurada técnica y preparación, sino con una convicción absoluta de que sería el campeón aquel día. 

Unos años más tarde, mientras terminaba mi maestría en la Universidad de Boston, volví a encontrarme con Pedro por entre las antiguas calles de Cambridge mientras el industrioso empezaba su maestría en la prestigiosa universidad de MIT. La nieve nos había arropado y ambos tratábamos de ampararnos del frío en un comedor de comida asiática que le servía a los estudiantes de la zona. "Me he involucrado en el sector de energía verde", me acuerdo que me dijo mientras nos bebíamos un té caliente. "Tengo algunas ideas que revolucionarán el mercado", me dijo con esa chispa en los ojos que solo he podido presenciar unas pocas veces en mi vida. Desde aquel día, supe que era cuestión de tiempo volver a escuchar sobre Pedro en los medios de comunicación. 

Unos años después y habiendo ponderado suficiente sobre lo que marca la diferencia entre la mediocridad humana y los más altos niveles de excelencia humana, he llegado a la conclusión de que la pasión y la capacidad de imbuir nuestros pensamientos con la absoluta convicción del triunfo es lo que determina quien sube a la cúspide de la montaña y logra ver el infinito desde su majestuosa cúpula. Ya es hora de que la juventud dominicana comience a tomar como ejemplo casos como el de Pedro Santos Sang para que cambiemos el curso de esta nación sedienta de héroes, líderes, y modelos que puedan transformar nuestra visión sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. 

Publicado por el Diario Libre el 8 de Febrero del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/02/08/i323281_anatomia-exito-anunciado-pedro-santos-sang-forjador-suenos.html)

Estampas del Camino de Santiago (III) (Diario Libre 8/10/2011)


La llegada

Tu nombre y tu historia ya no te parecen relevantes. Pareciera como si el Camino se hubiera tragado tu identidad y te hubiera dejado con solo un adjetivo en mente: Peregrino. Mientras caminabas los innumerables kilómetros que separaban tu cuerpo de Santiago de Compostela, una cierta quietud cayó sobre tu mente y sin darte cuenta desapareciste en la moción pendular de tus piernas imantándose sobre el horizonte, en la cambiante visión que adornó tus pupilas mientras los paisajes se transformaban como mariposas en vuelo, y en la sencillez de una etapa que se nutrió del solo caminar a luz de sol y dormir a luz de estrellas. De repente, todo aquello que alguna vez te pareció importante había quedado relevado por la vida misma que rebozó tu conciencia de una presencia inagotable, y de una paz que vociferaba tu nombre mientras entrabas en silencio a la mítica ciudad. Aquella frase que tanto habías escuchado durante el trayecto, "...más camino, menos Compostela...", por fin cedía su significado mientras entrabas a la Catedral del santo apóstol, y te sentabas a presenciar la ceremonia del botafumeiro que esparcía su incienso por toda la parroquia. Sentado en el antiguo templo observabas los rostros familiares de aquellos que acompañaron tus días y noches durante el trayecto, todos embelesados con el enorme incensario que oscilaba por la catedral esparciendo su dulce olor a gozo. Te sonreían mientras te miraban profundamente ya que sentían haber compartido un milenario secreto, como cómplices de un estado quimérico que solo tú y ellos llegaron a conocer. Sentado allí, mientras el cura les ofrecía la misa santa en un gallego impecable, por primera vez comprendes que el gozo real no se obtiene de alcanzar una meta, sino de haber vivido intensamente la aventura que te llevó a conseguirla. Tú, William Ramos, peregrino consagrado, ya conoces la verdad. Ahora comienzas a caminar sumergido en el presente, viviendo cada momento eterno como si fuera lo único que existiera. 

Finisterre

Sales de la catedral extasiado, pero sintiendo que tu camino no termina aquí. El cabo Finisterre, el mágico lugar que por muchos siglos se consideraba el fin del mundo, espera tu presencia. Allí donde los peregrinos precolombinos iban a presenciar el infinito mar que se alejaba como un misterio impalpable sobre el horizonte, dejando a la imaginación sus recónditos secretos, seduce tu espíritu aventurero y te llama con más ímpetu que nunca. Sales brioso sobre una bicicleta que cayó en tus manos en Santiago, y decides pedalear hasta llegar al fin. Los ochenta y siete kilómetros, que en tu mente caminante calcularías en tres jornadas, ahora se transforman en una sola proyección de imágenes borrosas que entrevés para no caerte de la bici. Por más que tratas, durante una bajada interminable por las cuestas gallegas, una curva te noquea y caes reventado sobre el pavimento. Dejas parte de tu pintura corporal impregnada en la calle, pero tu voluntad aguerrida se levanta adolorida para seguir pedaleando. A la distancia, por primera vez en mucho tiempo, observas el mar que rodea la pequeña ciudad de Cee, en la provincia de A Coruña. Aceleras hasta llegar a la orilla y felizmente corres hasta que tus pies estropeados sienten el agua correr. Aquellas llagas que alguna vez te atormentaron, ahora se sienten como pequeños trofeos que tus pies atesoran como recordatorios de lo vivido. Unos cuantos kilómetros más adelante, el fin del mundo te espera paralizado. Como si el tiempo se hubiera detenido en aquella comarca de mar y de piedras, y un faro marchitado yace alumbrando una verdad a medias, como queriendo revivir la ilusión de lo que alguna vez fue. 

Te acercas al despeñadero, donde la ira del mar se despabila rabiosa en el punto más occidental de Europa, y prosigues a efectuar el enraizado ritual que todo peregrino lleva a cabo al llegar a Finisterre: sacas una muda de ropa, la colocas sobre una de las piedras que aderezan el "fin del mundo", y la prendes en fuego dejando ir con ella todo el bagaje superfluo que cargabas en tu alma hasta aquel crucial momento. Una decena de peregrinos hacen lo mismo, causando una aglomeración de pequeños incendios mientras el viento Ibérico sopla el karma hacia lo que alguna vez se consideraba desconocido. El sol baja pausadamente sobre el horizonte mientras recibe la tierna noche, que aglutina a los peregrinos alrededor de una fogata para seguir celebrando la sencillez. Compartes y conversas sobre lo acontecido en el transcurso de tu renacimiento, y te das cuenta que todos llevan con ellos la misma alegría de vivir que acogiste durante la caminata. Mientras los demás se despiden para regresar al pequeño poblado, decides acomodar tu saco de dormir sobre una de las piedras, y te resguardas dentro mientras observas el firmamento cargado de estrellas. El viento ibérico sopla sobre la noche fría en el fin del mundo, y tu alma peregrina se eleva hacia el cielo antes de que tus ojos se cierren en la penumbra. El Camino de Santiago parece terminar, aunque luego te darás cuenta que surgió en ti para siempre. Tu nombre ya no es William Ramos. Tu nombre es PEREGRINO.

El autor recorrió el Camino de Santiago en el verano del 2006, y William Ramos lo recorrió en el verano del 2007. Partieron de St. Jean Pied de Port, y terminaron en Finisterre, recorriendo casi mil kilómetros a través de España. Luego de aquella experiencia, nunca han podido ver al mundo de la misma manera.


Publicado por el Diario Libre el 8 de Octubre del 2011 (http://www.diariolibre.com/noticias/2011/10/08/i308272_estampas-del-camino-santiago-iii.html)

Estampas del Camino de Santiago (II) (Diario Libre 03/09/2011)



"Somos cosas pequeñas navegando en un inmenso amor", leía un pequeño cartel que había sido colocado en uno de los trayectos más arduos y agobiantes de todo el Camino. Aquel eterno día bajo el sol, entre los paisajes imperecederos que caracterizan la provincia de Castilla y León, había tratado de profundizar en el significado de aquella frase mientras meditaba en silencio por entre las desalmadas planicies imbuidas de calor, pero la extenuación física y mental ya comenzaban a obstaculizar mi bienestar. Con trescientos kilómetros recorridos, mi cuerpo ya empezaba a sentir la fatiga que se había ido acumulando con el pasar de los días. Por aquellas llanuras interminables comencé a preguntarme qué hacía allí, en aquel sendero sin fin que me había prometido recorrer. Mientras las llagas de mis pies iniciaban su agónico despertar, el misterioso camino habría de mandarme la respuesta en su momento indicado: Aquella tarde, con las piernas temblorosas y la garganta seca, avisté unas misteriosas ruinas que sigilosas yacían al borde del camino. "Convento de San Antón" leía el conjunto de piedras macizas, incuestionables víctimas de la ola de tiempo en la que habían sido ahogadas. 

Al entrar, los peregrinos me recibieron cálidamente y me ofrecieron una cama para que aquella noche pudiera descansar en la fascinante demarcación que una vez acogió a miles de enfermos. Mis pies cansados ya habían comenzado a gritar por el maltrato que le habían ofrecido los diez días anteriores, y al quitarme los zapatos, una diminuta mujer de alrededor de setenta años se ofreció a limpiarme las llagas cuando vio el daño que me habían causado el millón de pasos recorridos. Por entre las grietas del techo las estrellas acariciaban el firmamento mientras las manos del ángel sanaban mis lesiones. De repente, sonó una campana indicando que la cena estaba lista, y los diez peregrinos se agolparon alrededor de una mesa que amparaba una humilde colección de papas y lentejas que alegremente había preparado un inspirado peregrino. Un insondable silencio devino sobre las ruinas mientras los peregrinos cerraron sus ojos y se prepararon para la oración. Un alemán tomó la iniciativa y entonó el himno de agradecimiento que algunos sentimos sin entender. 

Mientras nos dispusimos a iniciar el festín, uno de los holandeses me contó la historia de aquel valiente convento y los míticos monjes que una vez acogieron su interior. "En el año 1146, cincuenta años después de la fundación de la Orden de los Antonianos, el Convento de San Antón fue inaugurado por el rey de Castilla, Alfonso VII. El principal objetivo del templo era auxiliar a los peregrinos que venían aquejados por el Fuego de San Antón, una enfermedad gangrenosa causada por la ingesta de alimentos contaminada de hongos parásitos. La gran mayoría llegaba en medio de terribles convulsiones y alucinaciones, razón por la cual eran estigmatizados durante la edad media ya que el padecimiento parecía ser una mezcla horrorosa de lepra y epilepsia. Mientras los enfermos llegaban desahuciados y martirizados por la terrible enfermedad, los monjes del Convento de San Antón eran conocidos en toda Europa por la extrema hospitalidad que le ofrecían a los atormentados. Justo después de recibir algún enfermo, iniciaban un ritual de bendición en la que procedían a tratarlos ofreciéndole pan de trigo candeal y a sanarles los pies que llegaban destrozados por las extensas caminatas. El pan de centeno, principal causante de la enfermedad, era estrictamente prohibido en el convento. Aunque todavía en la época no se había comprobado la culpabilidad del centeno, los monjes parecían conocer el papel que jugaba el mismo en el desarrollo de la cruel enfermedad. Debido al importante rol que jugaban los Antonianos en la curación del padecimiento, la cruz del Tau, símbolo de la orden, se llegó a convertir en la luz al final del túnel para todos aquellos aquejados por el mal. Por eso, se creía que el único remedio verdaderamente efectivo era acudir en peregrinación a Santiago de Compostela."

Mientras el agrietado conjunto de piedras nos resguardaba modestamente dentro de su mágico interior, a luz de vela terminábamos de degustar la sencilla cena que había cobrado otra dimensión en los recónditos espacios de mi alma. Mientras el holandés le ponía fin a la historia del Convento, podía ver a los valientes monjes a nuestro lado consolando a los aquejados del fuego de san Antón mientras le susurraban al oído palabras de aliento. La cruz del Tau, grabada en cada pared del templo, se reflejaba en la penumbra de la noche mientras el frío viento de Castilla silbaba tímidamente por entre las fisuras de las cautivantes ruinas. Aquella noche, luego de irme a la cama, me levanté antes del amanecer para encontrarme al Convento intensamente iluminado por un millón de estrellas que exaltaban cada rincón de su morada. Recuerdo haberme sentido como una "cosa pequeña navegando en un inmenso amor", mientras entreveía las luces del firmamento por entre las grietas del convento justo antes de entregarme ya de lleno a los brazos de Morfeo.

Publicado por el Diario Libre el 3 de Septiembre del 2012 (http://www.diariolibre.com/noticias/2011/09/03/i304186_estampas-del-camino-santiago.html)

Estampas del Camino de Santiago (Parte I) (Diario Libre 23/7/2011)


El Sendero Milenario
Estoy parado frente al camino. Aunque todavía no he dado el primer paso, mil kilómetros se extienden delante de mi listos para ser recorridos. Una liviana mochila y un bastón de madera son las únicas pertenencias que llevo conmigo. Todavía no sé lo que me espera. Lo único seguro es que cada paso me acercará a Santiago de Compostela, y aunque en aquel momento no lo sabía, cada paso iría incinerando todo el bagaje innecesario que cargaba en mi mente en aquella encrucijada de mi vida. Antes de salir, mientras me bebía un café en Saint Jean Pied de Port, el pueblecito Francés de donde iniciaría la más grande aventura que había vivido hasta ese entonces, un anciano se acercó y me dijo: "El camino te irá susurrando lo que necesites saber. Aprende a escucharlo con cada átomo de tu cuerpo". Y con aquella misteriosa frase y mis piernas extendiéndose ingenuamente hacia la lejanía, el espíritu del Camino surgió en mí como un chispazo de energía que se esparció por todo mi cuerpo, hipnotizando mi conciencia con el silencio de sus bosques, la perfección de sus montañas, y la sabiduría de los que iría conociendo a lo largo del trayecto.
El inicio
Hace casi dos mil años, el cuerpo torturado y sin vida del apóstol Santiago yacía inerte sobre las praderas que colindan con Jerusalén. Su espíritu imbuido de inspiración había sido arrancado de su cuerpo por Herodes Agripa, que lo había mandado a decapitar por seguir predicando el evangelio a pesar de las duras penas en que incurriría el que se atreviese a desafiar la prohibición. Aquella noche del año 44, sus fieles discípulos Atanasio y Teodoro estaban dispuestos a hacer lo imposible: robarían el cuerpo de su maestro, al cual se había prohibido enterrar, y lo llevarían a España donde le darían santa sepultura en el lugar que había sido testigo de su más importante misión evangelizadora.
Con esto seguirían las afirmaciones de San Gerónimo que habría dicho que "cada uno de los apóstoles habrá de descansar en la provincia donde predicó el evangelio". Unas semanas después, Atanasio y Teodoro llegarían a la costa de Iria Flavia, al norte de España, y mientras transportaban el cuerpo de su maestro por el bosque de Libredón, los bueyes se negaron a continuar. Aquella mítica noche, bajo las estrellas de lo que hoy es Galicia, aquel espeso bosque sería testigo del entierro santo del primer apóstol martirizado. Y con cada puñado de tierra que caía sobre el cadáver del apóstol, la leyenda de Santiago de Compostela se forjaba en los corazones de cada uno de los peregrinos que un día batallarían con el sol y la luna para ir a rendirle homenaje.
Más camino, menos Compostela
Recorrer el Camino de Santiago es regresar al inicio. Es minimizar la vida a lo absolutamente necesario, y cuando terminamos de hacerlo, darnos cuenta que en las cosas sencillas habíamos dejado nuestra felicidad colgada sobre el verdor de los árboles y el respirar con conciencia. "Todo lo que necesito está en mis espaldas" me acuerdo haber pensado aquel primer día de recorrido mientras batallaba con las cuestas de los Pirineos, la más importante cordillera a ser superada en el Camino.
Las quince libras de utensilios para el viaje, que irían disminuyendo a lo largo del trayecto, era lo único que poseería en los 35 días de marcha.
Durante aquella primera jornada, cuarenta kilómetros fueron testigos de mi iniciación. El caminar, la manera más antigua de transportarse, comenzó a desvelar sus misterios desde que comprendí que hacerlo estando alerta constituía un acto de devoción capaz de transformar la conciencia del caminante. "Si observas los paisajes transformarse lentamente, si escuchas los pensamientos que van surgiendo en tu interior, y sientes cada uno de tus pasos sumergirse de lleno en el sagrado sendero, la magia del Camino surgirá en ti", me decía Camille, una francesa vigorosa que recorría el Camino por séptima vez. "Prometí recorrerlo todos los años luego de que mi hijo se suicidara. Aquí he encontrado todas las respuestas", me decía optimista mientras su mirada se perdía en los verdes valles que se entrelazan con los contornos rasgados de las montañas. "Mas Camino, menos Compostela" se susurraba ella misma mientras el sol se reclinaba sobre el horizonte y la luz del día comenzaba a despedirse por entre las nubes.
Descubriendo la tumba
Ochocientos años después del entierro del apóstol Santiago, un resplandor dispersó la negrura que acontecía en el bosque de Libredón. Para Pelayo, un pobre campesino oriundo de la zona, aquella recurrente lluvia de estrellas tenía que tener algún mensaje divino. Una noche salió a buscar al obispo de Iria Flavia, persona de alta estima que seguramente identificaría el porqué del misterioso asunto.
Unas horas más tarde, Pelayo y el obispo avistarían una pequeña tumba conteniendo tres cadáveres: los de Atanasio, Teodoro, y del santo apóstol Santiago. Doscientos cincuenta años después, con el descubrimiento del manuscrito de la "Concordia de Antealtares", donde se relataban los hechos con exactitud, los primeros peregrinos comenzaron a llegar de toda Europa y el Camino de Santiago quedaría marcado para siempre en los mapas cristianos de Europa.
Primera Noche
Exhausto y sin aliento llegaría la primera noche al pueblo de Roncesvalles. Peregrinos de todo el mundo se congregaban en el albergue, donde un par de checos dispersaban sus alegres notas musicales a puro violín. El ambiente estaba cargado de esperanza, de armonía, y de una paz inextinguible que no se apagaría por muchos meses a venir.
Aquella noche, mientras el viento aullaba por entre las ventanillas del austero albergue, las barreras de la raza, la religión, el género y la nacionalidad se disiparon en la armonía de una humanidad que dejaba atrás sus diferencias, para entregarse de lleno a la celebración de su divinidad. Y fue allí donde comenzó el verdadero sendero.
Publicado por el Diario Libre el 23 de Julio del 2011 (http://www.diariolibre.com/noticias/2011/07/23/i298972_estampas-del-camino-santiago-parte.html)

De Aventuras y Vacas Sagradas: La India en Moto (parte 3) (Diario Libre, 09/04/2011)


Nos había caído la noche en uno de los lugares más especiales de toda la tierra. El estrellado firmamento comulgaba íntimamente con la densa niebla mientras nuestras bestias metálicas aullaban su voraz ronrón entre la oscuridad. La luz tenue de las estrellas acariciaba nuestro campo visual mientras tratábamos de subir la inclinada montaña que conducía a Dharamsala. El peligro acechaba por doquier. Entre el fango y las penumbras andábamos como ciegos suicidas, que tambaleaban en la gélida noche por entre los escondrijos de los Himalayas. Nuestro destino era el hogar del Dalai Lama, una comunidad de budistas, hindúes, tibetanos, israelitas y hippies que conviven pacíficamente en uno de los nevados picos de la cordillera más imponente del planeta. Luego de unas decenas de kilómetros recorridos más por fe que por certeza, avistamos el pequeño poblado por entre los coníferos que disimulaban la riesgosa gravedad. En altura, nos separaban más de dos mil pies del nivel del mar, y el hervor humano que nos había asediado hasta ese entonces comenzaba a desvanecerse en los vestigios del pasado. Íbamos muertos de frío, pero con el alma inquieta al saber que estábamos cerca del hogar del Premio Nobel de la Paz, del inspirador de movimientos revolucionarios en favor de la liberación del Tíbet, y sobre todo, de uno de los propulsores más activos de la convivencia armoniosa, de la búsqueda de la felicidad, y de la compasión a nivel mundial.
Hacían ya 52 años desde que el Dalai había salido escondido una fría noche de abril de su ciudad natal, Lhasa, llevando consigo el destino de su pueblo en mano. En 1960, había recorrido esta misma carretera en busca de un nuevo refugio para él y el centro de la religión budista Mahayana. En aquel entonces, más de ochenta mil refugiados tibetanos lo acompañaban, fruto de un éxodo atisbado por el mundo, y forzado por el gigante que en esa época ya venía despertando. Desde que el ejército chino comenzó su proceso de invasión al Tíbet en el 1950, miles de tibetanos han emigrado a la India huyéndole a la crueldad y al aplastamiento cultural que han venido soportando desde aquel entonces. A diferencia de nosotros, que llegamos a Dharamsala ensillados en dos motocicletas Bajaj Pulser 150cc, la gran mayoría de tibetanos que emigran a la India llegan impulsados por sus dos piernas, arriesgándolo todo en los peligrosos cruces que separan al Tíbet del subcontinente, y habiendo sobrellevado el peligro de los despiadados guardias fronterizos que en cientos de ocasiones les han disparado hasta luego de haber cruzado al otro lado.
Aunque llegamos al pequeño pueblo hechos trizas, la energía del ambiente nos había infundido una cierta exaltación que se agudizó luego de ver decenas de restaurantes sirviendo todo tipo de exquisiteces. Luego de decidirnos por comida tibetana, abanderada por sus famosos momos (un tipo de dumpling), thentuk (una sopa a base de fideos), y el baglep (pan tibetano), procedimos a llenar nuestros despejados estómagos con la estampa clásica de aquella mítica región. Mientras comíamos, nos dimos cuenta que sin saberlo habíamos entrado a una de las colmenas más populares entre los turistas israelitas que abundan en la zona. Luego de terminar el servicio militar obligatorio, un gran porcentaje de jóvenes israelitas deciden irse a recobrar el sentido de la vida en los Himalayas hindúes, abastecidos de una de las variantes más fuertes de marihuana que existen en la tierra. Más por estupidez que por cansancio, William y yo iniciamos un crítico debate sobre las dinámicas entre Israel y Palestina, y continuamos con un análisis profundo de la juventud israelita, que luego de pasarse entre dos y tres años aprendiendo cómo eliminar sus enemigos de la manera más eficientemente posible, le es necesario internarse en una región pacífica rodeados de narcóticos para poder enfrentar la dura realidad de la que son parte. Antes de terminar nuestro debate, y habiendo llegado a la conclusión que en aquel restaurante todos eran israelitas a excepción de nosotros, un corpulento y reacio ejemplar recién salido de las fuerzas especiales se nos paró al frente y nos voceó "¡No estoy disfrutando de su necio discurso!". En aquel momento, William Ramos, que no estaba en son de dejarse pisotear aquella noche, dejó desatar la furia vegana que se había ido calcinando con el cansancio del día, y se paró frente al insulso con cara de gravedad. Al ver la agresividad en su rostro, el ex-militar decidió dejar las cosas así y regresar a su mesa calmado. En aquel momento comprendí por primera vez que el español no es una lengua discreta frente a una muchedumbre extranjera, y que tener seis pies y tres pulgadas de altura siempre es una ventaja frente a cualquier oponente.
Aquella noche la despedimos profundamente anestesiados en los brazos de Morfeo, y la mañana siguiente, antes de que el sol saliera de su cuna, nos levantamos con las campanas y los cantos de un grupo de niños monjes. Sus tiernas voces se mezclaban con la pureza del alba mientras íbamos despertando a la exuberante belleza del pequeño poblado, que se coronaba majestuosamente sobre el valle de Kangra, uno de los lugares más verdes y lluviosos de toda la India. Al salir del pequeño hostal, nos dirigimos inmediatamente hacia el templo de Thekchen Chöling, el centro más importante del Budismo Mahayana, y actual refugio del Dalai Lama. Mientras nos adentramos en los confines de la legendaria morada, un grupo de monjes preparaban pacientemente un mandala hecho de arena, representando en sus confines el origen del macrocosmos. A nuestro lado, grupos de personas que andaban visitando el templo hacían girar los cilindros que anidaban el mantra más popular del Budismo, el "OM MANI PADME HUM", utilizado para catapultar hacia la iluminación a todos los seres que todavía no han logrado alcanzar el nirvana (véase todos los que leen este escrito, incluyendo a su escritor). Aquella mañana, mientras nos despedíamos de aquel majestuoso templo, un diminuto monje de algunos 80 años limpiaba los pies callosos de un joven que había llegado caminando desde muy lejos al monasterio, cumpliendo con una peregrinación que había consagrado. En aquel momento, la profunda paz que sentí emanar de los ojos de aquel anciano, con su inmaculada mirada compasiva, encapsularon el significado de aquella travesía, que terminaba iluminada, como aquel pueblo coronado sobre el pináculo de los Himalayas.
Publicado por el Diario Libre el 9 de Abril del 2011 (http://www.diariolibre.com/noticias/2011/04/09/i286326_aventuras-vacas-sagradas-india-moto-parte.html)

De Aventuras y Vacas Sagradas: La India en Moto (parte 2) --(Diario Libre 29/01/2011)


"No podemos dejar que nos caiga la noche en Bihar", nos decía Kitu Singh, un motorista legendario que tenía cuatro años sobre una motocicleta en la India. Una tarde nublada en Chandigar, la moderna capital de la provincia del Punjab, nos lo habíamos encontrado campante mientras planeaba su próxima ruta de viaje en un internet café. "Tenemos que andar enfilados, tratando de no perder de vista al compañero que nos quede en frente" señalaba con rostro serio, como un general preparando a sus soldados antes de la batalla. "Esa provincia es una de las causas que mantiene a mi país hundido en la gran mayoría de índices de desarrollo humano", nos decía decepcionado, tratando de que entendiéramos que cada provincia del subcontinente posee su propia filosofía frente al desarrollo, y que el Punjab, la provincia de donde provenía el trotamundos, era todo lo que Bihar aspiraba a ser. No habían pasado dos semanas desde que Kitu pronunciara sus palabras amonestantes, y se uniera a nuestro equipo haciéndose pieza clave de aquella aventura asiática, y ya sus palabras retumban en mi mente mientras me encuentro rodeado en una tierra extraña. Luego de más de un mes de viaje y cuatro mil kilómetros recorridos, una multitud hostil circunda amenazante mi periferia, y ya no sé qué hacer. Mi moto yace en medio de la provincia más pobre y peligrosa de toda la India, y yo, tembloroso, trato de apaciguar un pequeño poblado que ha salido en defensa de una víctima de colisión.

El entorno está espeso de una humedad corrosiva, y el iracundo sol refleja su vigoroso carácter en las planicies sembradas de caña de azúcar que camuflajean la multitud de vacas que yacen paralizadas en el reflujo del atardecer. Estoy siendo testigo de una pesadilla que ha salido intacta de mis sueños, en la que juego el papel de victimario indolente, y la victima gime sin parar anclada al lado de la carretera. Unos minutos antes, como un filme en cámara lenta, la había visto lanzarse hacia la autopista con una viga de paja sobre la cabeza, mientras ladeaba mi moto para no darle de frente. William Ramos, el experimentado mochilero oriundo de La Vega, no tuvo tanta suerte. La embistió con su bestia metálica, y antes de darse cuenta, ambos yacían ilesos en un horondo charco de lodo que amortiguó sus caídas. A pesar de que la chica no sufrió ningún daño, ya que se levantó rápidamente luego del accidente y nos demostró que estaba ilesa con una sonrisa y unas cuantas mímicas corporales que se traducían en un "no se preocupen", unos cuantos vecinos y familiares decidieron aprovecharse de la ocasión para mitigar su escasez económica. Rápidamente comenzaron a rodearlos, tratando de quitarle las llaves al estremecido vegano, que en vano explicaba que ambos estaban intactos y que no había nada de qué preocuparse. 

Súbitamente, con una actuación digna de una estatuilla del Oscar, la chica comenzó a quejarse del retumbante dolor que agraviaba su cuerpo, mientras William, estupefacto, la miraba sorprendido. Al contemplar la escena que se acontecía a unos pocos metros de distancia, salí impetuosamente con actitud de indignación hacia el lugar de lo acontecido, y utilicé mi cuerpo de escudo entre la motocicleta de mi compañero y la decena de personas que habían comenzado a agolparse en un intento de quitarnos las pocas Rupias que teníamos encima. A pesar de que William logró escapar, yo no tuve tanta suerte. Cuando regresé a mi moto, la decena de personas ya se habían convertido en un centenar, y no había escapatoria. Lograron quitarme las llaves, y la provincia más pobre de toda la India comenzó a cobrar vida violentamente. 

Bihar: La cúspide de la miseria Hindú

Bihar es un espasmo de pobreza, una contracción de humanidad que yace sumergida en lo más profundo de la miseria Hindú, ajena a todo el desarrollo que ha venido catapultando al subcontinente a uno de los máximos exponentes de la economía mundial. Ochenta millones de almas residen en esta provincia de la India, mejor conocida por ser el lugar de nacimiento del Buda, Siddhartha Gautama, que por ironía de la vida alcanzó la iluminación en una de las zonas más lóbregas de toda Asia. Con uno de los mayores tráficos de droga de toda la nación, agresivos rebeldes Maoístas que regularmente organizan guerrillas en contra del gobierno, una incidencia descomunal de líderes corruptos, y las peores carreteras que mis ojos han visto, aquel territorio representaba sin duda nuestro mayor reto. A pesar de que muchas personas nos habían recomendado no atravesar Bihar, era imprescindible cruzarla en su totalidad para alcanzar nuestros objetivos de viaje. Decidimos arriesgarnos, y hasta ese día todo había salido bien. 

El Desenlace

Luego de quince eternos minutos forcejeando con lo que parecía ser toda la aldea, comenzaron a empujarme y empecé a resignarme. Luego de haber oído múltiples historias de multitudes agresivas en el subcontinente, no era para menos. Un par de días antes habíamos avistado un accidente en el que un camionero mató a un niño que se había atravesado en la carretera, y este acabó pisoteado por todos los habitantes del caserío de donde era oriundo el infante. En mi caso, no tenía idea de la cantidad de dinero que deseaban, y mi cartera solo tenía algunas viejas notas medias desechas por los incontables días bajo la lluvia y el trajín de un viaje irrepetible, pero desafiante. Ya cuando pensé que las marejadas de la aventura habían decidido traicionarme, una Jeepeta Lexus se parqueó frente al embrollo, y un militar de la zona salió en mi defensa. En aquel momento pensé que mi consejero y padrino, Hans Dannenberg, embajador dominicano en la India, había visto el acontecimiento en su bola de cristal, y había mandado a uno de sus contactos en Bihar a salvarme la vida. Aunque el marcial no se inmiscuyó en la algarabía, la multitud se apaciguó al ver a una figura de poder con arma en hombro, y en aquel momento, las llaves milagrosamente aparecieron en mis manos. Luego de darle gracias a Dios y al coronel, me monté en la moto y solo quedó atrás el polvo alzado sobre aquella carretera perdida mientras volvía a sentir el aire húmedo acariciarme la cara. Aunque mi corazón seguía latiendo deprisa, otra ola de aventuras comenzaba a desnudarse misteriosamente en el horizonte mientras los exploradores seguían desvelando en su mente aquellos caminos inexplorables que su pasión incandescente materializaba a cada instante. 

Continuará...


Publicado por el Diario Libre el 29/01/2011 (http://www.diariolibre.com/noticias/2011/01/29/i277601_aventuras-vacas-sagradas-india-moto-parte.html)

De Aventuras y Vacas Sagradas: En Moto por la India (Diario Libre, 27/11/2010)

Detrás de cada grandiosa aventura, se esconde una idea descabellada que propulsa la imaginación a seducir la voluntad. En nuestro caso, el sueño era recorrer uno de los países más fascinantes del planeta tierra en un medio de transporte que siempre ha embrujado la mente del hombre con ideas de independencia y libertad: con solo un par de motos, iniciaríamos un recorrido de dos meses y cinco mil kilómetros por toda la India. 

Luego de una calurosa bienvenida por uno de los embajadores más talentosos y prometedores de nuestro país, Hans Dannenberg nos invitó a su residencia luego de que aterrizáramos en el aeropuerto de Delhi. Habiéndolo conocido unos meses atrás mientras residía en Yemen, Hans nos deslumbró con su extrema hospitalidad, su sencillez de carácter, y su pasión por la diplomacia. Después de una semana compartiendo con el sagaz embajador, la caótica ciudad de Delhi ya comenzaba a expulsarnos de su delineamiento de interminables tapones y densa polución. Luego de comprar las motos y terminar los preparativos del viaje, la hora había llegado de tomar las "Poderosas" y lanzarnos de lleno al miriápodo territorio forjado en la sombra de innumerables mitos, leyendas, religiones, vacas sagradas, y un billón de habitantes. Solo teníamos un obstáculo: jamás habíamos conducido una motocicleta. 

Aprender a manejar una moto en la India es un arte que conlleva de mucha determinación. Para cualquiera oriundo de nuestro país, el primer obstáculo es aprender a manejar del lado izquierdo de la calle. En nuestro primer y único día de prueba, mi acólito y amigo fiel de aventuras extremas, William Ramos, prendió su moto y se lanzó de lleno al lado derecho antes de darse cuenta que un camión "Tata" lo esperaba de frente. Mientras le voceaba "William, por la izquierda!", llegue a la realización de que estábamos a punto de lanzarnos al vacío insospechable que es parte intrínseca de la vida de cualquier aventurero de corazón. 

En nuestro primer día de carretera, como si el mismo Dios hubiera estado tratando de convencernos de que pensáramos mas las cosas, conocimos de lleno la fuerza y el poderío del monzón hindú. Para los que no conocen el término, el monzón es una temporada de lluvias perpetuas que azota todo el subcontinente de tres a cuatro meses, causando lluvias diarias, intensas, e interminables. Mientras salíamos de Delhi junto con lo que parecía ser toda la humanidad, el monzón decidió recibirnos con sus nubes abiertas, y antes de saberlo, estábamos navegando junto con la lluvia pura que caía del cielo, y las aguas residuales que salían a presión de las cloacas. Luego de avanzar unos metros por debajo de un puente, la goma delantera de mi moto se empotró en un hoyo del alcantarillado que yacía invisible debajo de la corriente torrencial, y caí de lleno en el negro continente recubierto de miserias y residuos. Nunca se me olvidará la expresión que centelleó el rostro de William mientras se quitaba el casco en medio de la multitud, mojado hasta los témpanos con los pies sumergidos en el agua hedionda, volteado en su moto mientras yo trataba de parar a la bestia metálica que yacía en aquella calle de la India. Gracias a Dios, luego de aquel día, nuestra suerte mejoraría. 

De Camino a los Himalayas

Entrar a los Himalayas en una motocicleta es una experiencia acogedora, capaz de doblegar los pensamientos hasta anonadarlos totalmente mientras todo el ser se deleita en la grandiosidad de unos monumentos que llenan de humildad al espíritu humano. Al entrar en sus carreteras, estrechas y traicioneras, toda la atención se vierte en el espectacular regocijo de una naturaleza inspirada en un paisaje celestial. 

Nuestra primera parada en la cordillera fue Rishikesh, una de las ciudades mas sagradas de la India. Llegamos allí mojados, victimas de la única inspiración celestial que vivimos constantemente en nuestro rodar. Rishikesh nos esperó cargada de su aura espiritual, atravesada medio a medio por el río más importante de la India: el Ganges. Desde que llegamos, y vimos el río mítico reflejado en nuestros ojos, decidimos sumergirnos en sus aguas benditas para darle un reset a nuestros pecados. Aunque la corriente estaba mortífera, y el agua brava y yo tenemos una relación un poco tensa, mi hermano William me convenció de que un chapuzón allí era necesario. "Llevamos diez días sobre una motocicleta en la India, el país con las carreteras mas peligrosas del mundo, y tu le vas a coger miedo al Ganges? Hermano, ni lo piense!", me dice William mientras se quita la camisa cargado de emoción. Mientras el oriundo de La Vega revivía de las aguas del río renovado, una procesión de hombres llegaron cargando un cadáver y lo echaron al río. Mientras el fuego consumía la carne del difunto y el humo se esparcía entre la neblina de aquella tarde de agosto, al Ganges me recibió acongojado por los cantos fúnebres, y extasiado por el ambiente saturado del típico aire surrealista que solo la India es capaz de ofrecer. Entré al agua con toda confianza, con mi mente hipnotizada por los cánticos repetitivos, y mi corazón puesto sobre la humanidad. Unos momentos después, tomábamos rienda de nuestras motocicletas para continuar el camino como dos eternos peregrinos. Las vivencias que nos esperaban todavía no se han escrito. (Continuará...).

Publicado por Diario Libre el 27 de Noviembre del 2010 (http://www.diariolibre.com/noticias/2010/11/27/i269917_aventuras-vacas-sagradas-moto-por-india.html)