Wednesday, January 16, 2013

Círculo Vicioso: Noches de Venganza (Diario Libre 8/2/2010)

El atardecer se diluye en una breve cadencia anaranjada, dejando atrás las sombras que ahogan el pequeño poblado de Shabwa. Los niños ya han dejado de jugar y se dirigen a sus albergues para mitigar el hambre que aúlla en silencio desde sus frágiles vientres. Un eco divino surge de la mezquita local, señalando la última oración del día, sumergiendo al pequeño grupo de almas que conviven en la desolación de aquel infinito lugar en el éxtasis de la devoción. 

Mohamed Abdul regresa del colegio cansado. Diariamente camina los siete kilómetros que separan a su pueblo de la escuela más cercana. Durante esa hora, el viento fogoso moldea el mar de arena que arropa su aldea, causando que su visión se estreche mientras divaga en el letargo de sus pensamientos. Aquel atardecer, consternado cavilaba en la tendencia anti-americanista que recientemente había comenzado a envenenar a varios de sus familiares y amigos. ¿Cómo podía olvidar el momento en que su primo Ahmed trataba de convencerlo de que el camino más seguro de vencer a los 'infieles' y a los 'cruzados' era hacerles pagar por toda la sangre que habían derramado en sus solitarias tierras? "Ayúdame a fabricar estos explosivos Mohammed", le decía con firmeza, mientras sus ojos divulgaban la insondable frustración de haber nacido en un lugar donde las oportunidades son casi inexistentes. ¿Cómo olvidar el día cuando oyó la explosión que le puso final a la vida de su primo mientras le daba los últimos toques a su invento fatal? Mientras se acercaba a su poblado, que a luz de la luna parecía más bien una visión fantasmagórica procreada por las entrañas de la aridez más despiadada, recordaba nostálgicamente los tiempos pasados. Las épocas en las cuales la inocencia reinaba majestuosamente en la humildad de su primitiva comarca. Cuando el nombre de Al-Qaeda era solo el murmurio en algún viejo radio que le tosía sus pesquisas a un grupito de curiosos. Cuando la ponzoña de una venganza absurda todavía no se había apoderado del alma de su pueblo. 

En la distancia, Mohammed observaba enajenado las luces de las fogatas que trataban fallidamente de combatir el frío de diciembre, que sin saberlo dotaban al poblado de un aura sigilosa. Como si aquellas luces reflejaran todas las esperanzas de su empobrecido pueblillo, que desde hacía un tiempo se había perdido en la oscuridad del desagravio. "Qué bueno que has llegado temprano", le expresa su madre mientras señala la cena que acaba de servir. "¿Escuchas eso madre?", pregunta Mohammed turbado. "¿El qué hijo mío?", su madre responde alertada. "Parece el sonido de un...". Antes de poder acabar la oración, un estallido monstruoso revienta el pequeño poblado de Shabwa. Mohammed es lanzado veinte metros y yace inconsciente en la templada arena. Un fuego apocalíptico se mezcla con la sangre que se ha vertido sorpresivamente sobre el adormilado poblado. El caserío que una vez fue, ya solo es barro, sangre, y arena.

Mohammed se levanta aturdido, arropado por el fuego que casi lo consume. A pocos metros, su madre yace pálida, sus ojos todavía amorosos luego de haber visto a su hijo llegar a casa sano y salvo. Mientras se levanta sangriento, Mohammed observa a su pueblo convertido en un cementerio abierto. Los cuerpos sin vida de todas las personas que adornan sus recuerdos ya solo son el espejismo de una noche infernal. Sin saber lo que ha pasado, comienza a correr hacia Khanfar, el poblado más próximo. Mientras sus lágrimas se mezclan frenéticamente con la sangre que despliega su rostro, por fin entiende aquella causa que había obsesionado a muchos de los hombres de su pequeño poblado. Aquella noche interminable, mientras corría desahuciado por el perpetuo desierto, Mohammed juró vengarse para algún día poder volcarle su sufrimiento a los culpables de esta matanza. 

Un Pueblo Abatido



El 17 y el 24 de diciembre, los Estados Unidos llevó a cabo dos ataques en las provincias de Shabwa y Shabwa. En estos ataques murieron alrededor de 75 personas, la gran mayoría inocentes que fueron sacrificados para poder alcanzar a supuestos terroristas afiliados a la red mundial de Al-Qaeda. El 25 de diciembre, un nigeriano partió hacia Detroit con el fin de vengarse del brutal ataque, y fue atrapado antes de poder llevar a cabo su propósito. Mientras el mundo se indigna frente al cuasi atentado del nigeriano, el pueblo yemenita es responsable de limpiar la sangre que quedó derramada en la aridez de su desolada tierra. Mientras prendo la televisión junto a mis colegas de Hays, y observamos en silencio a Obama criticando a la inteligencia americana por no haber agarrado al nigeriano antes de montarse en el avión, los ojos de mis compañeros gritan en silencio todas las verdades que constantemente les demuestra que la sangre occidental es más cara que la sangre musulmana. ¿Y es que no nos damos cuenta que todos somos víctimas de estos feroces ataques? Mientras el mundo Occidental es forzado a vivir bajo las sombras del temor, el pueblo yemenita se sumerge más en la pobreza de su infecundo paisaje.

Aparte de destruir totalmente la industria turística y alejar las inversiones extranjeras, factores que afectan grandemente a los 23 millones de personas que sobreviven en este rincón de la península arábica, estos ataques le sirven de motivación a cientos de individuos que andan en busca de darle significado a sus abatidas vidas. Mientras tanto, mi condición de vida en Yemen se ha restringido enormemente, teniendo que informarle al jefe de la policía local y a la ONG para la cual trabajo de todos mis movimientos. Ya es hora de que nos acerquemos en amor a estos pueblos, para poder brindarles los conocimientos que nos han permitido alcanzar los niveles de desarrollo que ellos buscan desesperadamente. En vez de seguir engendrando el círculo vicioso de la violencia interminable, es hora de que recibamos al mundo musulmán con el corazón abierto, con la paz y la tolerancia como emblema, y listos para enfrentar el futuro tomado de las manos. No tenemos otra opción. 

Publicado por el Diario Libre el 8 de Febrero (http://www.diariolibre.com/movil/noticias_det.php?id=233479)

Tuesday, January 15, 2013

El Mito de la Mujer Yemenita (Diario Libre 20/6/2012)


"Esas mujeres no conocen otra cosa". Aquella frase, utilizada frecuentemente por mujeres occidentales para referirse a las musulmanas, refleja la amplia brecha que separa las dos culturas, como si las mujeres fieles a la religión de Mahoma vivieran en la edad de piedra, ajenas a los medios de comunicación que dominan el mundo moderno.
Hace unos meses, mientras me encontraba en Santo Domingo visitando a mi familia, acudí a un programa de televisión donde la presentadora, antes de entrevistarme, comenzó a llorar por el prolongado sufrimiento de la mujer musulmana. Aquella reacción, aquel sollozo, mientras lo trataba de encajar con las experiencias que he tenido con las mujeres de Yemen, parecía una pieza redonda en un rompecabezas cuadrado.
A pesar de que la mujer musulmana es en ocasión abusada y maltratada, usualmente de la misma manera en que maltratan a la mujer latina o anglosajona, la gran mayoría de mujeres musulmanas están sumamente satisfechas con su condición de vida, y son las principales promotoras de las costumbres y tradiciones que deja boquiabiertos a muchos en occidente.
Abeer es una mujer moderna bajo los estándares yemenitas. Maneja su propio vehículo, trabaja de ocho a cinco, y se acaba de graduar de la universidad. A pesar de todo, Abeer rehúsa mostrar su rostro, y el velo que lo confirma es su más grande tesoro. "Nosotras, las mujeres musulmanas, cuidamos de nuestro cuerpo como si fueran templos sagrados", me dice con ojos achinados, prueba de la sonrisa que se esconde sutilmente bajo la tela negra que me impide ver sus labios.
"Tengo la firme convicción de que la mujer occidental es lo más barato bajo el sol. Solo tenemos que prender la televisión para darnos cuenta que no dejan nada a la imaginación", me dice duramente, su tono presuntuoso revelando lo orgullosa que se siente bajo las vigas de su tradición, y reflejando el mismo problema que tenemos en occidente: la tendencia a llevar al extremo las idiosincrasias de otras culturas. "Y para que no te sorprendas, llevamos una vida social muy intensa", me dice mientras invita a mi madre a una reunión con sus amigas, que andaba de visita en Yemen durante esos días.
Aquella tarde, mi madre se sumergió de lleno en el íntimo mundo de las mujeres yemenitas por más de seis horas. Después de habernos dicho que la pasáramos a buscar a las siete de la noche, al llamarla a esa hora, nos rogó que la dejáramos "unas cuantas horitas más". Unas horas más tarde llegó a nuestro encuentro brotando de felicidad. Con pies y manos destellando un elaborado diseño de Henna, un tipo de tatuaje temporal que utilizan las mujeres para adornar sus cuerpos, su rostro fulguraba de emoción como si hubiera descubierto una ciudad legendaria en medio del Amazonas. En aquel momento, antes de que mi madre abriera la boca, me di cuenta que todos los prejuicios que ésta había tenido sobre el mundo de las mujeres musulmanas se habían disipado aquella tarde. "No se imaginan lo que gozamos", nos contaba mientras caminábamos por la ciudad vieja.
"Las mujeres llegaron con sus burkas y baltos, y de repente, al alzarse el camisón negro, hermosos vestidos cubrían sus cuerpos. Algunas llevaban ropa bastante provocativa", nos decía a mi padre y a mí mientras la miraba sin aliento.
"Luego prendieron la radio y algunas comenzaron a bailar 'la danza del vientre', algunas dominando el movimiento de sus abdómenes con suma destreza", nos contaba candorosa.
El hombre yemenita, hastiado de vivir en un mundo dominado por el calloso contacto masculino, sueña como un poeta enamorado con el día de su unión al sexo opuesto, enaltecido por las canciones de amor y de boda que suenan por todo lo largo y lo ancho de esta apasionante nación. Mientras tanto, las mujeres siguen riéndose debajo de sus burkas, viviendo la libertad de su supuesto anonimato. Pero claro, "esas mujeres no conocen otra cosa".
Publicado por el Diario LIbre el 20 de Junio del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/06/20/i340714_mito-mujer-yemenita.html)

"Sueños de Valientes: La Breve y Apasionada vida de Rubén De La Rosa" (Diario Libre, 24/2/2012)


La emoción ya comienza a sentirse en las venas. "Tenis de mesa", pensé. "Deporte que verdaderamente amo". Nos desplazamos por entre los suburbios de Santiago rumbo a La Barranquita, bastión de un legado de memorias que siempre tiñe mis recuerdos de torneos conquistados, aplausos estruendosos, y gritos exaltados de atletas apasionados. Me acompaña William Ramos, mi gran amigo. Un humanista, bohemio, aventurero, amante de la poesía y del vivir a conciencia, que con el pasar de los años se ha convertido en más que un amigo. Ya es un hermano. La tarde se siente delicada, vulnerable, lista para capturarnos en su presente que se apacigua dulcemente tras el viento fresco de la cordillera. El sol se está alivianando sobre el horizonte y la decadencia del complejo deportivo hace nacer en mí una tenue melancolía suscitada por la imponente yerba que ahora oculta el inmenso baluarte al deporte que en una época llenó de gloria a los deportistas del Cibao. Nos parqueamos y sacamos nuestros útiles deportivos, que básicamente consisten en una raqueta Butterfly y una toalla para combatir la humedad. Entramos al pabellón donde se escuchan las peloticas rebotar de las mesas, todas al son de alaridos y espasmos de aquellos que luchan a regañadientes por ganar cada punto. Acomodamos el trípode y preparamos la toma. Hoy decidimos grabar aquellos esfuerzos que generalmente provocan admiración dentro de círculos de personas que no conocen el tenis de mesa. "Pero si juegan como chinos", ya habíamos escuchado en muchas ocasiones. "Por primera vez en quince años, subiremos un vídeo nuestro en YouTube", me dijo William emocionado. Un grupo de niños, los actuales campeones del país, practicaban febriles su deporte predilecto y corrían alrededor de las mesas mientras Dimitri, entrenador ruso recientemente llegado de Moscú, dirigía sus esfuerzos por entre la penumbra de la tarde.

Rubén reía profusamente. Su entusiasmo contagioso penetraba el ambiente como una corriente de energía que iluminaba el pabellón. Empleaba su delgada contextura para desplazarse rápidamente a buscar las pelotas que él y otro atleta utilizaban mientras entrenaban. A sus doce años, Rubén había descubierto algo que muchos hombres se pasan la vida sin sentir: amaba algo locamente. El tenis de mesa ocupaba la gran mayoría de su energía física y mental. Se entregaba en carne y huesos a su musa todos los días, y se pasaba las noches soñando con triunfos a venir. Diariamente salía de su casa y después de tres carros públicos y cuarenta minutos de empujones, caminatas, y mucho soñar, llegaba a La Barranquita preparado para entregarse de lleno a la pasión que lo consumía. Aquel sábado de febrero, Rubén decidió ayudarnos. "Necesitamos algo para apoyar el trípode", le dijo William al vencedor. El niño salió corriendo a buscar un pedazo de madera al otro extremo del salón antes de que William terminara su oración. "Rubén, crees que podrías ayudarnos con la grabación", le pidió William a sabiendas de que era el único niño que tenia la paciencia y la entrega necesaria para socorrernos con aquella tediosa labor. "Claro William" le dijo Rubencito sin pensarlo dos veces. "Como lo hago"?, preguntó mientras sus ojos analizaban la cámara a profundidad. Mientras William le enseñaba a Rubén, vi reflejada mi niñez en aquel niño que con raqueta en mano estaba repleto de vida. Me imaginé la naturaleza de sus fantasías cuando llegaba a su casa cansado, estropeado de tanto entrenar, y analizando las maneras en que le ganaría a Emmanuel Lozano y a Andrés Betances, los jugadores dominantes en su categoría. Me imaginé la alegría que sentía cuando lograba un triunfo soberano, ganándole a algún jugador con más experiencia que él mientras caminaba a oscuras por las solitarias calles de La Barranquita bajo la noche estrellada mientras esperaba por el carro publico que lo llevaría a su casa. Imaginé cuando la vida le hacía sentir el sabor de la derrota, aquel amargo sentimiento que lo impulsaba a entrenar más duro, a levantarse más temprano, a correr más rápido, a soñar aun mas con un posible triunfo. Mientras nos filmaba, podía notar su inquietud por volver a la mesa, por seguir ejerciendo su labor de atleta, por seguir exaltando su corazón que se desbordaba en cada top spin y en cada servicio. En vez de hacerlo, Rubén nos filmó magistralmente. Se empleo a fondo para editar la fílmica, y eligió los mejores ángulos para poder captar la acción de la manera más dramática posible. Después de casi una hora de grabación, le dimos las gracias. William jugó un partido con él donde el niño se empleó a fondo para ganarle al jugador consagrado. Casi lo logra. Doce a diez quedó el marcador. Luego de darle la mano salió disparado hacia otra mesa, pero antes de hacerlo, le pedimos que nos acercara un par de gatorades que se encontraban al otro extremo del salón. Rubén, como siempre, no lo pensó dos veces. Salió disparado con aquella energía exuberante y nos acercó las bebidas.

Aquella tarde, me acuerdo haber pensado lo tanto que nos había aportado aquel deporte. Nos había hecho hombres íntegros, hombres que conocían el verdadero sentido del sacrificio, hombres listos para luchar arduamente por nuestros sueños, hombres que habían cruzado los limites de sus fronteras visitando otros países para ejercer su cuasi-arte, hombres que habían superado sus limitaciones y habían logrado consagrarse con el adjetivo que tanto nos gustaba: atletas. Aquella noche, mientras nos despedíamos de los demás jugadores, le dijimos adiós a Rubencito. Seguía jugando enfáticamente mientras vociferaba un "vamos!" impetuoso, característico de un nato luchador. La noche estaba fría, impredeciblemente absorta en sus propios pensamientos. Un rato después Rubencito salió como siempre por entre las abandonadas calles de La Barranquita. Me imagino la satisfacción que habrá sentido a sabiendas que se estaba esforzando más que los demás para algún día poder lograr el sueño de todo jugador: convertirse en el campeón absoluto del país. Me imagino que se habrá sentido emocionado por las fotos que le tomó William, mientras le demostraba sus mejores posiciones y sus más contundentes golpes y servicios. Me imagino que habrá sentido aquella emoción que nos ofrece el deporte cuando el jugador sabe que está avanzando por los estrechos caminos que conducen al tope, y siente venir el confeti de la gloria que se avecina.

Esperó tranquilamente con mochila en mano el próximo carro público que se arrimó, y se montó sin saber que sería la última vez que vería aquel lugar que lo había convertido en un verdadero hombre. Un ligero dolor en el pecho marcó la llegada a su casa, por lo que decidió comer algo ligero y no decirle nada a su madre para no preocuparla. Su malestar se calmó momentáneamente luego de haber pensado en que su juego estaba mejorando, y haber sentido que su momento triunfal se acercaba lento, pero seguro. El viento soplaba fuertemente por las ventanas de su habitación, y la noche se hacía aun más fría mientras preparaba su cama y su cuerpecito de niño se acongojaba aun más por el dolor. Aquella noche Rubencito murió. Su tierno corazón se paró para siempre, y las ilusiones de aquel niño valiente se esfumaron entre peloteos, entre risotadas, con cada juego que logró ganar, y en cada trofeo que aspiró a tener. Su raqueta yacía a su lado, como la espada de un guerrero muerto en la cúspide de la batalla. Aquel fogoso impulso de atleta se esparciría para siempre en cada centímetro de aquel pabellón que conmemoró su último día en la tierra, y que presenció sus sueños volar alto por entre los laureles del triunfo. Hoy, después de haberme sentido sumamente apenado por su temprana despedida, le doy gracias al deporte por haberle ofrecido tantas ilusiones a Rubencito, y le doy gracias a su corazón porque supo anidarse espléndidamente en tierra de valientes. ¡Amén!

Publicado por Diario Libre el 24/2/2012 (http://www.diariolibre.com/movil/noticias_det.php?id=325354)

"Existe una Mujer en mi" (Diario Libre, 8/3/2012)


Existe una mujer en mí, un rostro angelical murmurándome un te quiero, un alma que acaricia mi lado más sediento, una estrella capaz de engendrar amor y procrear vida, pura existencia, pura savia de alegría. Aquella mujer deambula por la tierra, a veces vulnerable, a veces hermosamente tierna. A veces más fuerte que la misma tierra, empujando las carretas de lo imposible hacia el horizonte de la paciencia. Aquel rostro lo cargamos todos. El rostro de la madre que nos trajo a la vida. Que nutrió nuestra carne como un soplo de fe mientras sus pechos sufrían. El rostro de la abuela que nos colmó de júbilo, que llenó nuestros días de dulzura, de gracia, de indultos. El rostro de la hermana que nos apoya sin cesar, en la cual reposamos y respiramos mientras nos acogemos en su complicidad. El rostro de la amada que nos embellece el espíritu, que satura nuestras fibras de pasión, fortaleza, y amor onírico.

Y está la mujer que eres tú, mujer global, mujer total, mujer universal:

Mujer que caminas por las calles de Somalia, librando la batalla por tu pueblo en agonía, inhalando las balas que enrarecen cada uno de tus cortos días. Luchando por tu cuerpo que ansías proteger para aislarlo de los lobos que te quieren corromper. Mujer que convives en la miseria haitiana, buscando la paz dentro de un pueblo en llamas. Rebuscando en el lodo para poder subsistir, y alargar tus años para ver tus hijos vivir. Mujer que coexistes en la dureza yemenita, con tu semblante cubierto empapada en sudor y con tu aguerrida voluntad siempre en espera del final del dolor. Cuánto has guerreado contra el calor y la ira, contra la natura hostil que amedrenta tus energías, con la irracionalidad que te atañe en tu caminar y en cada hora de tu modesta vida. Mujer que trabajas la tierra en la India, vitalizando las semillas que dan de comer a tu familia. Cuánto laboras para poder sobrevivir, con la pobreza amenazando siempre tu triste y sombrío perfil. Mujer que te entrenas en la milicia israelí, que buscas proteger a los tuyos de un enemigo que acecha. Cuánta fuerza demuestras en tus logros y en tus altas exigencias.

Mujer dominicana, hija del sol y nieta de la caña. Tu esplendor caribeño deslumbra siempre el suelo que pisas. ¡¿Cuánto has de soportar mientras la violencia te esclaviza!? ¡¿Cuántas tendremos que ver morir mientras tu dulce y gozosa fragancia se extingue y se marchita!? En un pedestal deberíamos grabar tu sufrimiento, y que las lágrimas que brotan de ti se esparzan como espadas por los vientos. ¡Ya no podemos verte aguantar más, venerable y dominicana mujer! ¡Las conciencias necesitan despertar a lo sagrado de tu nombre, y respetar el aire que respiras porque eres la madre de todos los hombres!

¡Mujer dominicana! Que tambaleaste eternas dictaduras con tus aleteos de mariposa, dejando tu sangre heroica en los ecos de libertad que vociferaste a todo costa! ¡Mujer dominicana, que luchaste hasta morir, en defensa de la tierra que te vio nacer y que te vio partir! ¡Mujer dominicana, que confeccionaste la primera bandera, y la hiciste tan bella como las manos y como el alma que plasmaste eternamente en ella! ¡Mujer dominicana, que con tu lírica poesía y tu vigor de educadora, fuiste la primera que llevaste las letras a tus paisanas con tu firmeza sonora! Son ustedes nuestras madres, nuestras hermanas, nuestras amadas, y nuestras señoras, que con nombres como Mirabal, Mamá Tingó, Salomé Ureña y Concepción Bona, son el engendro de todos los que han salido de esta magnífica tierra gloriosa.

¡Mujeres del mundo, cuánta fe han tenido, cuántas barreras han resistido! ¡Sus alas ya comienzan a volar más alto en las trincheras de la igualdad! ¡Su coraje persistente ya comienza a florecer impetuosamente en los caudales de la eternidad! En este día, en el que conmemoramos la importancia de tu presencia, es necesario que reflexionemos sobre el fin de tus dolencias. Ya no podemos causarte más dolor, mas llanto, más tristezas, más desagravio, más clamor. Lo único que debes recibir de todos es lo único que mereces: el más digno respeto y el más sincero amor. Es por esto, mujer del mundo y mujer dominicana, que en este día tuyo nos acordaremos de todas las virtudes que te pueblan y de todo el trayecto que aún nos falta, para poder extinguir tu dolor para siempre y que jamás una mano sobre ti se vuelva a volcar ni una palabra ofensiva jamás se vuelva a pronunciar. Y como decía el himno de la Acción Feminista Dominicana: "¡Oh mujer de Quisqueya! ¡Reclama a los hombres tu sitio de honor, y a la luz del Derecho proclama, libertad con justicia y amor!

Publicado por Diario LIbre el 8 de Marzo del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/03/08/i327089_existe-una-mujer.html)

Monday, January 14, 2013

Encuentros Cercanos en la Cuspide de la Tierra (Diario Libre, 21/05/2011)


Noches Delirantes


Tu nombre es Beck Weathers, y toda tu vida has soñado con este momento. Es el verano del 1996 y estas a punto de alcanzar la gloria. En estos tres últimos meses has llevado al límite las demarcaciones de tu fortaleza, pero tu misión todavía no concluye. En esta gélida noche en el techo del planeta, un pequeño tanque de oxigeno aliviana tu permanente sensación de ahogo, aunque no previene que te levantes jadeando pensando que vas a morir de asfixia. Un frío apabullante te mantiene estático en posición fetal mientras el congelado viento golpea tu casa de campaña violentamente. Solo quedan unas horas para que comiences el último trayecto de la más grande hazaña de toda tu vida, y entre los delirios que sofocan tu mente tu firme voluntad se desnuda imbatible con una sola frase: “Voy a llegar a la cima del Everest!”. En estos momentos sientes plenamente que el espíritu de la montaña más alta de la tierra se ha vuelto parte intrínseca de ti, aunque la hostilidad de su clima y la falta de oxigeno te mantienen en un estado de desconfianza que ha propiciado una pared de dudas entre tu deseo de conquistarla y la imponencia de su brutalidad. Tratas de volverte a dormir y de repente suena tu alarma indicándote: “tu hora ha llegado; la cima te espera!”. 
Días Feroces
Te levantas exhausto. La montaña ha consumido veinticinco libras de tu débil organismo, y aunque no te has vuelto a ver en un espejo, tus manos examinan los huesos que brotan protuberantes de tu rostro. Con un grupo de seis compañeros, y con las últimas fibras de tu aliento, inicias el intento de subida hacia la cúspide. Tus piernas temblorosas y tus pulmones estrangulados gritan en silencio desde la agonía que los mantiene acongojados. Aunque ya la cumbre la ves en tu horizonte vertical, tus ojos comienzan a traicionarte impetuosamente. Una operación de cataratas unos años antes comienza a revertirse desde que entras a “la zona de la muerte”, un lugar donde el oxigeno es tan escaso que los órganos vitales comienzan a apagarse para concentrar el flujo de sangre en tus dos zonas vitales – tu corazón y  cerebro. Estas casi ciego. Aunque la desesperación y la impotencia tratan de salir a flote dentro de tu estado letárgico, ya no puedes continuar. Destrozado, le avisas a Rob Hall, tu jefe de expedición, que no puedes seguir adelante. “Quédate sentado en este lugar y no te mueves hasta que yo venga en descenso”, te indica el experimentado líder. Te sientas derrotado. Percibes algunos compañeros pasarte por el lado, y sabes lo que están pensando: “pobre diablo, no pudo llegar”. Mientras pasan los minutos y comienzan a desfilar las horas, la luz del sol comienza a ensombrecerse tras las nubes, y tu instinto de supervivencia intenta alarmarse detrás de tu aturdimiento. “Algo se avecina en el horizonte”, piensas ansioso, y te resignas a Dios.


Avistando la Muerte
Repentinamente, vientos de cien kilómetros por hora te asaltan, llevando la temperatura a casi -70 grados Celsius.  Entre la ceguera y los vientos cargados de nieve que chocan con tu cuerpo sin piedad, el temor a morir en aquella montaña se vuelve una realidad tan palpable que sientes  la adrenalina saturar tu sangre. Finalmente, un grupo de cuatro alpinistas que van en descenso te halan por un brazo y prometen llevarte al campamento más próximo. Te informan que Rob Hall ha caído por un precipicio y que lo más probable esté muerto. La noticia te impacta pero concentras toda tu energía en seguir adelante. Aunque el grupo logra aproximarse al campamento, las terribles condiciones climáticas y la falta de oxigeno  obligan a todos a sentarse amontonados a tratar de sobrevivir la pesadilla. Sientes la escasa vitalidad que contiene tu cuerpo disiparse como una vela que se apaga, y te percatas de como la hipotermia va momificando tu lánguido organismo. Cuando te das cuentas que los rescatistas se avecinan al grupo solo logras escuchar: “Creo que es mejor dejarlo aquí. Está casi muerto”. Mientras la dura realidad cae por su propio peso, la soledad de la montaña te susurra con su estridente melodía: “Y ahora, quien podrá salvarte?”
De Visiones y Héroes
Ya han pasado dos días y tu alma sigue hibernando en las fronteras de la muerte. Tu nariz y manos se han congelado, y una capa de hielo cubre tu cuerpo y rostro. Una expedición sale en tu búsqueda, y cuando te encuentran prefieren dejarte morir ya que estas “más del otro lado que de este”. Pero al tercer día, algo increíble pasa. Una visión se agolpa en la luz de tus pensamientos, y ves a tus hijos gritarte “papa, por favor despierta! Te necesitamos con nosotros”. No sabes cómo lo haces pero te levantas de entre los muertos y sales caminando hacia al campamento. Son las 3 AM, pero varios de tus compañeros presencian tu fantasmagórica figura avecinándose en la penumbra de la noche.  Aunque piensas que te has salvado, sigues estando en el techo del planeta, y bajar de allí no es tarea fácil.
El Mítico Rescate
Desde que llegas al campamento, tus compañeros utilizan sus radios para explicarles a posibles rescatistas de tu heroica hazaña, pero ninguno quiere salir en tu ayuda ya que el riesgo es demasiado grande. Los helicópteros tienden a desestabilizarse cuando hay poco oxigeno en el aire, pudiendo poner en peligro a toda la tripulación. Tu esposa, al enterarse de lo ocurrido, sale en búsqueda de algún valiente piloto y lo encuentra. En el segundo rescate más alto de la historia, un ex militar nepalés llega en el helicóptero que salvará tu vida, y te lleva derecho al hospital. Has perdido tus manos y tu nariz, pero quedará para siempre en tu memoria la ferocidad de la montaña más alta del mundo, y la fortaleza necesaria para sobrevivirla.
Dominicanos en el Everest
Aunque la temporada del 1996 fue la más trágica en toda la historia del Everest, con quince muertos en total, más de 2000 personas han llegado a la cima del planeta y han logrado descender exitosamente. Este año, por primera vez en la historia, tres dominicanos estarán impulsando la imaginación de toda la nación en su intento de conquistarla y llevar el espíritu aventurero dominicano a su máxima expresión. Estos consagrados trotamundos cargarán con el vigor de nuestra tierra traduciendo el deseo de superación de nuestros queridos quisqueyanos con un posible logro que quedará marcado en los anales de la historia. Unámonos en oración para que la bandera dominicana pueda ser plantada en la cúspide de la tierra y ondee orgullosamente sobre el techo del planeta y veamos a Karim Mella, Iván Gómez, y Federico Jovine regresar a su tierra encumbrados en gloria. Amén!

Publicado por el Diario Libre el 21 de Mayo del 2011 (http://issuu.com/diariolibre/docs/diariolibre3036)

Una Odisea Hawaiana (Diario Libre 27/09/2012)


Haleakala, Maui

El horizonte se extiende sigilosamente hacia la negrura, susurrándole sus secretos únicamente a aquellos dispuestos a afilar su mirada hacia la imperturbable vacuidad de la lejanía. Son las cinco de la mañana, la hora indicada para llegar a Haleakala, un volcán latente que corona la isla Hawaiana de Maui con un paisaje sideral capaz de persuadir a sus visitantes que ya no se encuentran en la superficie terrestre, sino más bien girando alrededor de ella en el satélite que ilumina sus noches, la luna. Sus confines extraños y solitarios, fruto de las contorsiones aleatorias forjadas en lava con la brutal fuerza de su naturaleza, pronto se despertarán en un insuperable amanecer que sacudirá el paisaje con cada rayo de luz, desplegando una catarsis de colores y de sombras que liberará al volcán de su estupor nocturno. Centurias atrás, la cúpula de Haleakala estaba reservada únicamente para los altos chamanes polinesios y sus estudiantes, que se aventuraban hasta el tope de la montaña para vivir por largos periodos mientras meditaban y recibían los dones espirituales ofrecidos por el volcán. Hoy, nos encontramos en el borde del cráter un grupo de valientes que se han atrevido a invadir sus sagradas premisas, incluyendo a Lilian Geraldino, mi intrépida esposa, que a pesar de sus seis meses de embarazo la dificultad de llegar allí por una empinada y peligrosa carretera no ha disuadido su deseo de ser testigo de uno de los espectáculos naturales más memorables de toda la tierra. Justo antes de la salida del sol, una aureola de luz comienza tiernamente a reflejarse en el cielo, dejando entrever por primera vez la grandeza de lo que se avecina: un monumento a lo sublime, a lo imperecedero, y a la capacidad viva de nuestro planeta de moldearse a su antojo. De repente, mientras la primera curva del sol asciende tímidamente sobre el horizonte, el mar de rocas volcánicas que se extiende desde el tope del volcán hasta el vasto océano pacifico cobran vida, transfigurándose de un color negro a un intenso naranja como si toda la tierra se incinerara, dándole vida a un efímero mar de fuego que pronto se opacará bajo la presencia absoluta del sol. Allí, hipnotizados por la imperiosidad del astro repercutiendo sobre cada centímetro de tierra, recibimos el nuevo día en la cadena de islas más remotas de todo el mundo, y un nuevo amanecer nos regala la oportunidad de continuar maravillados por la belleza que puebla los alrededores Hawaianos.
Aloha, Bienvenidos a Hawái
Las islas de Hawái se desnudan imponentes sobre la vastedad del océano más grande de todo el planeta, siendo las cúpulas de una cadena montañosa que supera en tamaño a la cordillera de los Himalayas si medida desde el piso del océano. Llegar allí es como llegar a un lugar imposiblemente mágico, donde los paisajes volcánicos, las playas paradisíacas, y la población más ecléctica de los Estados Unidos construyen los pilares para una experiencia inolvidable, repleta de encuentros con una naturaleza cruda, salvaje, capaz de cortarnos el aliento y conectarnos con un pasado donde la tierra todavía era extraordinariamente virgen y capaz de sorprendernos constantemente con los milagros de su estancia. Una tarde insospechada, mientras nos desplazábamos fascinados por las carreteras costeras de Oahu, isla principal del archipiélago, decidimos pararnos en una tentadora playita que se desvelaba a nuestra derecha. Mientras nos quitábamos las sandalias y entrabamos en contacto con la arena, nos encontramos súbitamente con una treintena de tortugas marinas que se hallaban poblando toda la costa. En el agua, se podían ver decenas de cabecitas saliendo de la superficie a respirar. Sin pensarlo dos veces, nos pusimos nuestros snorkels y nos tiramos al agua listos para vivir una experiencia surreal, acompañada de aquellas gigantes de hasta 400 libras que nadaban a nuestro lado mientras comían, braceaban, y pacíficamente convivían bajo nuestros ojos maravillados. Durante aquel atardecer, mientras nos sentábamos entre dos monumentales reptiles y el sol comenzaba a balancearse cautelosamente sobre el horizonte, la obvia fragilidad de aquel encuentro extraordinario entre humano y animal salvaje parecía desvanecerse en la brutalidad de un mundo industrializado que ya raramente nos permite recrear aquellos encuentros que poblaban la cotidianidad de nuestros antecesores. En aquel momento, extasiado de una melancolía repentina que gradualmente se apoderó de mi sistema, deseé con todo mí ser que el hijo que cargaba mi esposa en su vientre pudiera presenciar lo que vivíamos esa tarde, cuando todavía era posible dejarse seducir por las maravillas de la naturaleza libre y espontáneamente aunque fuera casi de manera exclusiva en los confines más remotos de la tierra.

Publicado por el Diario Libre el 27 de Septiembre del 2012 (http://diariolibre.com.do/ecos/2012/09/27/i353439_una-odisea-hawaiana.html)

Anatomía de un Éxito Anunciado: Pedro Santos Sang, el Forjador de Sueños (Diario Libre, 8/2/2012)



Existen grandes historias que no sorprenden a aquellos que desde un principio conocen el impulso del que las forja. Historias de imponentes logros, de hombres revestidos con el coraje de perseguir sus sueños, y de individuos que han superado lo que se creía imposible, que vienen impregnadas con la particularidad de que no deslumbran a los que han podido presenciar la génesis de su propulsión, ni causar una algarabía entre los que conocen la trayectoria de esta rara especie que convive entre las masas anestesiadas. Este selecto grupo de seres que ha despertado al poder de sus pensamientos y han logrado desmembrar las paredes de sus propias limitaciones, han adquirido la capacidad de transformar el ambiente que los rodean y de marcar sus huellas en cada paraje que la vida le proporciona. En el caso de Pedro Santos Sang, joven de 28 años que recientemente fue exaltado en la revista Forbes en la sección '30 con menos de 30 años' por ser uno de las jóvenes promesas en el sector del gas natural, y ganador del máximo galardón en el Premio Nacional de la Juventud 2012, la sorpresa no perteneció a la lista de emociones que generó en mi la fascinante noticia. Más bien, puedo decir que la noticia simplemente siguió confirmando la realidad de que algunos seres humanos se mueven a mayores revoluciones por segundo que sus coetáneos, y Pedro Santos pertenece a este exclusivo grupo de personas que hacen de lo imposible algo palpable y real. 

Hace casi doce años, mientras los dos éramos parte del equipo nacional juvenil de tenis de mesa, Pedro me propuso irnos a Suecia a entrenar con los mejores jugadores del mundo por tres meses. En aquel momento, aquella idea me pareció tan descabellada y alucinante, que la adrenalina que generé planeando aquella travesía y viviendo aquella aventura cambiaría mi vida para siempre. Convivimos muy de cerca durante aquellos meses, y me acuerdo que lo más impresionante de observar de cerca a aquel mítico era la dedicación absoluta con la que se entregaba a cualquier actividad que le tocaba vivir. Como si no existiese mas nada en el mundo, toda su energía se canalizaba en su constante búsqueda para superarse como atleta y lograr consolidarse en el competitivo mundo del tenis de mesa.

En aquel verano sueco, mientras el sol se mantenía sobre el horizonte veinticuatro horas al día, y tratábamos de sellar las ventanas pegando pósters oscuros para poder conciliar el sueño, llegué a la conclusión que Pedro estaba destinado a emprender grandes proyectos y a cambiar el mundo que le rodeaba. No solo ya concebía muchas ideas anómalas para un joven de su edad, sino que sabía a ciencia cierta que no se detendría hasta ver logrado todo lo que salía de su boca soñadora. Me acuerdo que aquel año, a pesar de que la mayoría de jugadores de alto nivel dominicano le llevaban años de práctica, Pedro logró conseguir el primer lugar en una eliminatoria nacional juvenil superando a un grupo de jugadores que lo superaban considerablemente en nivel y experiencia. Me acuerdo haber sentido que su triunfo no había sido determinado simplemente con una depurada técnica y preparación, sino con una convicción absoluta de que sería el campeón aquel día. 

Unos años más tarde, mientras terminaba mi maestría en la Universidad de Boston, volví a encontrarme con Pedro por entre las antiguas calles de Cambridge mientras el industrioso empezaba su maestría en la prestigiosa universidad de MIT. La nieve nos había arropado y ambos tratábamos de ampararnos del frío en un comedor de comida asiática que le servía a los estudiantes de la zona. "Me he involucrado en el sector de energía verde", me acuerdo que me dijo mientras nos bebíamos un té caliente. "Tengo algunas ideas que revolucionarán el mercado", me dijo con esa chispa en los ojos que solo he podido presenciar unas pocas veces en mi vida. Desde aquel día, supe que era cuestión de tiempo volver a escuchar sobre Pedro en los medios de comunicación. 

Unos años después y habiendo ponderado suficiente sobre lo que marca la diferencia entre la mediocridad humana y los más altos niveles de excelencia humana, he llegado a la conclusión de que la pasión y la capacidad de imbuir nuestros pensamientos con la absoluta convicción del triunfo es lo que determina quien sube a la cúspide de la montaña y logra ver el infinito desde su majestuosa cúpula. Ya es hora de que la juventud dominicana comience a tomar como ejemplo casos como el de Pedro Santos Sang para que cambiemos el curso de esta nación sedienta de héroes, líderes, y modelos que puedan transformar nuestra visión sobre lo que somos y lo que podemos llegar a ser. 

Publicado por el Diario Libre el 8 de Febrero del 2012 (http://www.diariolibre.com/ecos/2012/02/08/i323281_anatomia-exito-anunciado-pedro-santos-sang-forjador-suenos.html)